Cañas y barro
Foto Víctor Fernández / EP
La lucha por ganar vida y tierra a las aguas en la Albufera valenciana siempre fue una constante, desde las novelas de Vicente Blasco Ibáñez de principios del XX y más allá. Especialmente Cañas y barro y La barraca, llevadas a una televisión en blanco y negro y de dos únicos canales, con una democracia recién inaugurada de levante a poniente de nuestra piel de toro. Corrían 1978-79.
Albacete, Murcia, Castilla-La Mancha, algunas zonas de Aragón, Cataluña… En 1957 el desbordamiento del Turia fue terrorífico –su nuevo cauce ha salvado ahora parte de Valencia–; la inundación de la presa de Tous fue bestial en el 82, como la catastrófica riada en el camping “Las nieves” de Biescas en el 96 –testigo desviado nuestro coche al volver de Formigal– Nada nuevo bajo el sol ni ante la violencia de las aguas.
Ahora es diferente. La calidez del mar se une a una corriente de viento o gota fría provocando una DANA (depresión atmosférica en niveles altos). En Estados Unidos, Florida, México, Cuba y otros lugares están por desgracia habituados a la catástrofe y a la alarma en tiempo real. Aquí en España, Valencia y la Albufera siempre fuimos “sui grneris”. Escenas de una pareja de mayores abriéndose camino con sus bastones entre las aguas; coches volcados como botes hunde vidas; vecinos escalando a pisos superiores o buscando cobijo en casas todavía salvo.
Unos minutos, y calles y avenidas tomaban el aspecto fantasmagórico de ciencia real de una contienda. Agua y barro y escoria de edificios derruidos, y cientos de muertos y muchos desaparecidos. Y el bebé en las aguas. Y el amor y el pillaje, y la pérdida de casas y huellas personales para siempre, y el vacío. Y de nuevo la lucha de generaciones por la tierra y la vida. “En el agua muerta, de una brillantez de estaño, permanecía inmóvil la barca-correo: un gran ataúd cargado de personas y paquetes, con la borda casi a flor de agua” (Cañas y barro).
Mientras hay vida hay esperanza, donde hay agua hay vida. Solo es poner diques, contener lo evitable todavía, aprender de experiencias precedentes, prevenir. Aplicar la lógica y los buenos cimientos a un futuro habitable para todos.
María Pilar Martínez Barca es doctora en Filología Hispánica y escritora
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El foco", domingo 10 de noviembre de 2024).
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