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La lampara encendida

José María Enguita

José María Enguita

Foto archivo / Esther Cañas

Tomás Buesa, Félix Monge, María Antonia Martín Zorraquino. En cuarto y quinto de carrera, 1985-87, tuvimos la suerte de que nos diese clase José María Enguita, por entonces de fonología diacrónica del español, según el manual Fonología Española de Rafael Lapesa, pero a través de unos apuntes personales especialmente ricos y pedagógicos.

La evolución del latín a las lenguas romances, vocales, consonantes, diptongos… ¿No te aburres a veces?, me preguntaban algunos compañeros. El profesor dictaba despaciosa y calmadamente, con minucia, para que los alumnos pudiesen tomar notas con pelos y señales, con las que dominar la evolución del español y aprobar holgado los exámenes. Yo no copiaba, me dejaban luego los apuntes.

Capítulo aparte, la yod, letra hebrea que designa la inflexión en diptongo creciente o decreciente de la /y/ o la /i/, o la derivación en sonidos varios. O la evolución de las palatales. A veces bostezaba disimuladamente. Señorita, es usted muy inteligente. Se lo decía a todos.

Jose Mari, como lo llamaban los cercanos –y al final todos lo fuimos un poco–, nació en María de Huerta y estudió en los Escolapios de Soria, como un primo mío lejano, Jesús, de Velamazán. Se conocieron, aunque no en el mismo curso. De ahí a Filología Románica (1969-74) en la Universidad de Zaragoza. Premio extraordinario de tesis doctoral con La influencia americana en el léxico de la Historia general y natural de las Indias, de Gonzalo Fernández de Oviedo, ¡ahí es nada!

La dialectología, el español de América y las lenguas aragonesas, sus tres grandes pasiones. Dirigió numerosa tesis doctorales, como la de María Pilar Benítez, académica de las lenguas aragonesas y compañera de curso y fatigas. Seguidor acérrimo de Corominas o de Manuel Alvar, cuya cátedra en la Institución Fernando el Católico ha presidido estos últimos años.

Quizá uno de sus trabajos más bellos y entrañables, La lenguas aragonesas, con María Antonia Martín Zorraquino. Amigo de sus amigos, profesor que nunca te olvidaba. El cielo ha ganado un gran filólogo. Nosotros, un ángel de la luz y la palabra.

María Pilar Martínez Barca es doctora en Filología Hispánica y escritora

(Heraldo de Aragón, "tribuna", "El foco", domingo 19 de enero de 2025).

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