La huella del dragón

Foto José Carlos Bermejo. Incendio visto desde el CEHS, en Tres Cantos (Madrid).
Orense y Lugo, Asturias, Cantabria, Navarra, Cataluña, comunidad valenciana, Murcia, Andalucía, Extremadura, Castilla León, Madrid, Mallorca. Arde España con más intensidad que nunca. Y no digamos Portugal y el resto de Europa. El dragón de San Jorge, un símbolo tan aragonés, parece haber querido tomársela por su mano este verano.
Daroca fue el más cercano, aunque controlado relativamente pronto. Mis queridas Ávila y Salamanca, especialmente castigadas. Y León y el Bierzo, y Zamora, donde tan bellos momentos pasaríamos. Lo de Galicia no tiene nombre ni perdón: las inmensas extensiones verdes cohabitan con la pobreza más extrema y la falta de recursos. Extremadura, Cáceres y Badajoz, siempre fue paupérrima y ardiente, lo comprobamos al visitar a una amiga en el entonces CAMF (Centro de Atención a Minusválidos Físicos) de Alcuéscar. Y antes el Valle del Jerte y sus ricas cerezas. Cuando escribo estas líneas, preocupan los incendios de Jarilla, que se acerca a Plasencia, y Alburquerque. Miles de hectáreas chamuscadas.
En Asturias, nada menos que diez incendios declarados, y la mítica visita a los Lagos de Covadonga, que realizamos hará un par de años, suspendida también. Castilla La Mancha, con al menos cuatro poblaciones en alerta máxima de evacuación, si bien calmada finalmente. Carcastillo, en Navarra, que vimos en nuestras inspiradoras vacaciones al Valle de Baztan. En el Centro de Humanización de la Salud y la residencia San Camilo, Tres Cantos, se sentía el humo y la asfixia. Y no digamos Andalucía. Mi adamada Mezquita cordobesa, con sus capillas de la Anunciación y San Bartolomé, poco menos que una nueva Notre Dame.
Esta semana, con la bajada de temperaturas, amainaron las llamas. Pero queda la pérdida, de la casa, el ganado, los recuerdos. La tierra y sus bienes forestales pueden rehabilitarse, a fuerza de paciencia y de años, por mucho que sea un atentado a la casa común. El ser humano lo tiene más difícil cuando lo talan de raíz. Y si la herida viene de otro ser humano, es ya un sinsentido, el estigma del monstruo, del dragón de fuego, que no se extingue nunca. Ojalá me equivoque.
María Pilar Martínez Barca es doctora en Filología Hispánica y escritora.
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El foco", domingo 24 de agosto de 2025).
0 comentarios