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La lampara encendida

Cuidadores cuidados

Cuidadores cuidados

Foto www.fundacion7vidas.org

Todos nacemos y morimos dependientes. ¿Quién no depende del afecto del otro, de los otros? Y algunas personas precisamos del continuo apoyo, físico, intelectual o sensorial, de familiares, cuidadores profesionales o asistentes personales, durante toda nuestra vida. Aunque esa circunstancia bien puede aparecer en cualquier momento del camino (accidente, enfermedad adquirida, daño cerebral, etc.).

El pasado miércoles, 5 de noviembre, celebrábamos el Día Internacional de las Personas Cuidadoras. Declarado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2014, para “conmemorar la labor de todos los cuidadores y cuidadoras, tanto familiares como profesionales, de personas mayores, enfermas o que sufran cualquier tipo de discapacidad o dependencia”.

Típico batiburrillo en el que se mezclar todo. No es sencillo afrontar el lenguaje y las realidades relativas a la diversidad funcional, algo en sí tan complejo. Y, sin embargo, yo tuve una gran suerte. Mis padres y mis tíos fueron el apoyo imprescindible, mis mejores asistentes personales en la infancia, adolescencia, juventud, madurez y encuentro con el amor. Mis compañeros de carrera aún recuerdan al tío Fermín llevándome a clase. Y con mis padres y hermanos, gracias a ellos, viví éxitos increíbles.

No deben confundirse asistencia con lazos familiares; y la cacareada Ley de Atención a la Dependencia y Promoción de la Autonomía Personal, con sus implementaciones, deja mucho que desear. Sobre todo, cuando hay camino de retorno.

Porque llega un instante en el que los que te cuidaron ya no pueden cuidarse a sí mismos, y pasas a ser su cuidadora. Pero ves que no puedes, y hay que buscar recursos, en consenso los hermanos, con la familia. Varias trabajadoras particulares que acaban pasándose la bola, empresas especializada, centro de día, residencia eventual, fisioterapia, juegos de mesa… Y mucha creatividad para gestionarlo todo, y que los padres sigan, ser posible, en su propia casa.

Y ves que los recursos son insuficientes. Y querrías cuidarlos como ellos te cuidaron, entregarles la vida; recorrer otra vez juntos el camino hacia adelante, hacia atrás, hacia el cielo. La edad sí tiene cura cuando se ama.

María Pilar Martínez Barca es doctora en Filología Hispánica y escritora.

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El foco", demingo 9 de noviembre de 2025).

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