Irene
Foto José Manuel Marco
Del griego Eyrene, significa “paz”, como en su traducción romana, que también heredamos. El infinito en un junco, de Irene Vallejo, Premio Nacional de Ensayo 2020, además de adentrarnos en el maravilloso misterio de los libros, nos ha hecho más llevadera la pandemia: desde los enfermos hospitalizados en Ifema, pasando por Mario Vargas Llosa o Rosa Montero, a sus múltiples seguidores anónimos. “Nos gusta imaginarlos peligrosos, asesinos, importantes, pero los libros son, sobre todo, frágiles”.
Estamos enigmáticamente enlazados: “En realidad, somos bastante extraños y (…) fueron los griegos quienes empezaron a ser tan extraños como nosotros”. Griegos y romanos explican muchas cosas que no entenderíamos, como el imperioso anhelo de sobrevivir a las cenizas: “Los autores deseaban ser recordados, vencer la muerte con la fuerza de sus relatos”. O el “Resistiré” del Dúo Dinámico: “Según el código del honor, había que aguantar la posición en el campo de batalla, sin retroceder ni huir”.
De Alejandría a los campos de concentración nazis, bibliotecas y mágicos elixires de palabras salvaron innumerables veces de la quema, la epidemia, la muerte. Como Sherezade, Marco Antonio seduciendo a Cleopatra, Herodoto o los protagonistas del Decamerón. Autora de El pasado que te espera, La luz sepultada, El inventor de viajes, La leyenda de las mareas mansas, Alguien habló de nosotros o El futuro recordado, Irene Vallejo es también maestra de la palabra en los medios de comunicación.
“Fantaseamos con remedios eficacísimos, veloces, que curen todos nuestros males. Los griegos llamaban a este medicamento infalible ‘panacea’, nombre de la diosa de la sanación universal” (Heraldo de Aragón). “Resuena en nuestros oídos, una y otra vez, la letanía de cifras (…) La Iliada se detiene con emoción y temblor ante cada muerte” (El País).
Su discurso se acerca al de Virgilio en El silbido del arquero. Irene: “He intentado, en una ambiente donde ha habido tanta alarma, tanto dolor y polarización, utilizar las palabras de la manera más sanadores posible”. Su mentor latino: “Compondré para Augusto el poema que tanto desea, daré vida con mis versos a sus antepasados, pero les insuflaré mis esperanzas y no su sed de poder”.
Me siento orgullosa de ser su amiga. También de mi sobrina Irene, de tres añitos. Que la luz la acompañe toda su larga vida.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El Meridiano", viernes 13 de noviembre de 200).
1 comentario
ignacio laguna -
Un abrazo