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El invierno que viene

Foto Pixabay / Heraldo
En menos de lo que canta un gallo hemos pasado del más tórrido y desértico calor a las primeras nieves, como suele suceder en nuestra tierra, y la semana pasada la tuvimos fina. Con la caída de la hoja comienzan a salir del armario camisetas más gruesas, jerséis y cazadoras. Y hay quien pronostica lo peor.
Se habla de retrasar la calefacción, de bajarla a mínimos, prescindir del sistema central y poner radiadores individuales. En la ciudad se trabaja ya en un proyecto de redes de calor y energías renovables para climatización y agua caliente en las viviendas. Pero no hay nada nuevo bajo el sol ni los carámbanos.
Antes sí hacía frío de narices, cuando éramos pequeños. La piña de la estufa eléctrica podía hacerte ampollas en la mano, y si salías del cuarto te congelabas. Y antaño, cuando nuestros abuelos, el ladrillo en la cama y un brasero, la manta y unos buenos cobertores.
Adaptarse es sobrevivir. Más en tiempos de guerra. Cuentan que si Alemania la perdió fue en parte por el frío. ¿Cómo ha de avanzar en estos meses el desafío ruso? ¿Nos tendrá a toda Europa a raya? ¿Habrá al final explosión que caliente los ánimos y haga volar por los aires los cimientos más sólidos?
Si pienso en las familias ucranianas que han resistido en lo que fue su cuna y pueden perder su patria, se me hiela la sangre. Donetsk, Lugansk, Jersón, Zaporiyia, ¿acabarán siendo rusas? ¿Y todos esos hijos, padres, esposos, enamorados, de uno u otro lado, a los que arrancan de los suyos para alistarlos a la muerte?
¿En las guerras se encienden luces de Navidad? Me temo que este año todas nuestras ciudades van a ser más oscuras, con menos alegría en las calles y a flor de corazón. Y no es solo el conflicto ni la carestía de la vida. Busquemos más adentro.
Lo peor no es el frío de la piel. Los mayores tenían de golosina los chupones de hielo, y en la nieve disfrutamos de lo lindo, nos despereza el alma. Ha de ser otro el motivo de la eterna tristeza del invierno.
Por lo menos, el clima nos ha dado unos días de respiro, han vuelto a subir las temperaturas. Mientras, preparemos la vuelta a la rutina del hogar o el trabajo, a las noches más cortas de la estación. Y confiemos que este invierno no sea tan crudo como seco el verano, que el frío también quema y produce heridas que tardan en sanar.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", jueves 6 de octubre de 2022).
Querido Antón

Foto José Miguel Marco / Heraldo
Todos hemos pasado por tus manos. Bien jovencitos éramos cuando viniste por primera vez a casa para aquella reseña de Epifanía de la luz: “Palomas de silencio para habitar la memoria”. Llevabas apenas 10 años con nosotros.
Habías dado ya a la luz Mitologías y estabas a punto de editar Los pasajeros del estío y El corazón desbordado, de Julio Antonio Gómez. No tardarías mucho en comentarme sobre un proyecto ilusionante que iba a remover los cimientos culturales de Aragón: “Imán”, suplemento de El Día. ¡Mi primera nómina como colaboradora periodística! –aún guardo los recibos en mi mesilla de noche–.
Bestiario aragonés, Aragoneses ilustres, Veneno en la boca, El testamento de amor de Patricio Julve, El álbum del solitario… “Deberíamos estar siempre ebrios, eso es todo. Para no sentir la terrible carga del Tiempo, que nos destroza la espalda, es necesario embriagarnos sin tregua” (Vino del mar). Solo un caminante de tu altura, de Santa Mariña de Lañas-Arteixo (La Coruña) a nuestro cierzo, puede seguir andando en otros pies.
“Rayuela” o “La Cultura” en El Periódico de Aragón, “Borradores” en Aragón tv… Aquella entrevista con Ana Catalá sería inolvidable. Y es que tú no solo transparentas esa red de inter conexiones culturales que bulle en tu cerebro, sino que donas vida y vas creando lazos de amistad de persona a persona.
De Flor de agua a Se está muy bien aquí, mis estudios de Manuel Pinillos o La manzana o el vértigo, me fuiste conociendo muy por dentro. Acaso porque mi ansiedad y mis momentos de paz rozando casi el éxtasis eran también los tuyos. “Sé dónde estás y qué ves. / Puedo imaginarlo muy bien: / ese océano verde, ahogado por un cielo / gris y melancólico, el campo abierto / hacia un horizonte interminable” (Cazador de Ángeles).
En “Artes y Letras” de Heraldo de Aragón fui juez y parte muchas veces, llevada de tu mano generosa. Antonio Colinas, Rosa Montero, Antonio Gamoneda, Olvido García Valdés… ¿Recuerdas cuando, en otra de tus entrevistas, describiste la relación de amor-ausencia con mi padre?
Maestro, amigo… siempre estuviste ahí. “Es la ciudad de mi vida, de mi memoria, de mi formación. Me gusta hasta la locura del cierzo”. Antón querido, hijo adoptivo ya para siempre de Zaragoza, y de nuestro corazón.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 9 de octubre de 2022).
María del Pilar

Foto José Miguel Marco / Heraldo
Existen palabras y expresiones que, de lexicalizarlas, pierden su sentido original. A mí, como a tantas, me bautizaron con el nombre de la Virgen, hija y descendiente de sorianos recién afincados en Zaragoza.
Pilar. Pili, Pilares, Pilica, Pilica. Pililica, Piluca, Pilarica, tía Pi, como me llamaban mis sobrinos de pequeña. ¿Por eso en mis primeros poemarios decidí firmar María P, por resaltar el nombre de María?
Una pequeña talla en madera dorada de María con el niño Jesús, sobre una columna de jaspe, bronce y plata, vestida con el manto que, tras de la pandemia, se sigue renovando cada día. Patrona de la ciudad desde 1642, de todo Aragón treinta años después, de la Hispanidad y de diversos cuerpos, como el de Correos y Telégrafos, donde siempre trabajó mi padre.
La solemne corona, bajo el pontificado de Pío XII y el reinado de María Cristina, nunca me despintó a la Virgencica humilde con su Niño, a los que tantos adoramos. Y, quitando apellidos y advocaciones, me gusta más centrarme en la María de Nazaret en cuerpo y alma, que visitó a Santiago y los siete primeros convertidos zaragozanos, y en aquella entrañable capilla de adobe que hubieron de levantar a orillas del Ebro.
Desde ahí sí comprendo, y me conmueve, y me postro. El homenaje a la jota, los conciertos, las actividades para niños y la fiesta joven, las vaquillas, los toros, las casetas regionales reabiertas, el teatro, las ferias, los chiringuitos. Todo cobra sentido y recobra alegrías tras más de dos años de casi encierro y nostalgia.
Pero también tienen significado las ausencias. Aquellos que no han podido volver a celebrar y acompañarnos, los duelos amputados, sin cercanía, las lágrimas sofocadas en medio de tantísimo dolor. María hacía siete años que había descorrido la losa del sepulcro cuando nos visitó.
Cuando el pasado día 12 pasé, vestida con mi traje de piñorra y mi sencillo ramico de claveles, hasta la Virgen sentí algo especial. ¿Las raíces profundas bajo mis ruedas? ¿La pasión de más de dos mil años por la vida? ¿La emoción por un logro conseguido? María del Pilar de Nazaret, hermoso nombre de pila para tantas que seguimos soñando con encender la luz en esta noche adversa.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 16 de octubre de 2022).
Mis inicios en Humanizar

Foto Humanizar
Mi relación con los Religiosos Camilos se remonta a otoño de 1978, cuando Ángel Ignacio López, Angelín, me buscó a dos chicos de su Noviciado de Zaragoza para ayudarme en mi segundo de BUP. Al curso siguiente serían cinco, entre ellos José Carlos Bermejo y José Luis Álvarez, con una hermosa carta de presentación: un corazón de hilos que sigue colgado en mi cabecera.
Cuando en 1992 Jesús Ruiz pasó por la casa de Zaragoza, ya residencia de mayores, para hablarnos de un nuevo proyecto de revista, con la H inicial deshilachada, era para flipar. Acabábamos de ver por La 2 de televisión la entrevista: iba a venderse en los quioscos, como Hola o Lecturas. Me tuvieron varios años “atada a mi columna”, después el reportaje-entrevista de cuatro páginas, y luego “La fuerza de los límites”, Premio Tiflos de Periodismo 2008. Y aprendí: “Un buen periodista no es quien estudia una carrera, sino quien sabe ir escuchando por la calle” (Santi Riesco). ¡Tengo tanto que agradecer que no me da de sí el corazón!
María Pilar Martínez Barca
(Humanizar, N.º 184 -Madrid, septiembe-octubre 2022-).
Planeta tierra

Foto Toni Albir / Heraldo
Gaston Bachelard hablaba de los cuatro elementos: aire, agua, fuego y tierra. Francisco Rico de la cadena del ser, del pequeño microcosmos de cada uno de nosotros al gran macrocosmos del universo. Simbolismos que enlazan con nuestra más genuina tradición y con un sentido lírico de la existencia.
¿Malos tiempos para la poesía? Según cómo se mire, porque no vende mucho, pero la necesidad de enraizarnos, sentirnos uno con el todo y dar vida a la España vaciada continúa ahí. Cuando en 2012 Luz Gabás diera a la imprenta Palmeras en la nieve, una ópera prima de 800 páginas, no muchos editores apostarían por ella. Convertirse en best seller y llevarla a la pantalla respaldarían su callada y paciente dedicación a la docencia, la traducción, el artículo sesudo, el cine y el teatro.
Y a la política, aunque según la propia autora sea antes la lectura y una buena formación. Si en la anterior novela era el viaje de Clarence a sus raíces, en una lejana isla africana perdida en el olvido, en Regreso a tu piel o Como fuego en el hielo son también el pasado, el deseo de saber y la contradicción del ser humano entre amor y crueldad. “Kilian habló sin apartar la mirada del cielo, que ese día estaba especialmente claro y brillante” (Palmeras en la nieve).
No es habitual triunfar saliendo de la nada, del subsuelo, de un esfuerzo constante y cotidiano. Hoy se llevan otras cosas. Ingenio, voluntad y estudio, mucho estudio, hasta casi enfermar en ocasiones de una investigación tan exhaustiva.
Y saber combinar los ingredientes, volviendo una y otra vez a las raíces: “Algo mucho más fuerte lo unía ahora a ese hogar, convertido en su paraíso personal…” (El latido de la tierra). En su última obra, ganadora del Planeta, un coro variopinto de “colonos, criollos franceses, españoles recién llegados, ingleses, esclavos africanos, tribus indias” viven y hacen vivir a los lectores todos los sentimientos y actitudes humanas imaginables.
Tras la concesión del premio el año pasado a Carmen Mola – Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero hijo–, Lejos de Luisana de Luz Gabás es de nuevo un chorro de aire fresco, de fuego que acrisola el oficio de escribir, de raigambre profunda al universo. “No creo que el Planeta trastoque mi vida, mi casa está donde está, en el pueblo”, ha declarado. Un lugar y una autora para redescubrir el paraíso.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", martes 25 de octubre de 2022).
Mi ser mujer

Foto K. U. / Heraldo
Desde que tengo uso memoria, me gustan las muñecas y los peluches. No tanto hacer las comiditas, por eso de no manipular correctamente los enseres culinarios. Ni salté a la comba ni jugué al balón, ni asistí al colegio de pequeña.
Mi infancia fue bastante solitaria. Mi adolescencia algo conflictiva. Me hacía mayor y seguía jugando con las letras de corcho y las muñecas. ¿Para qué tan temprano aquel cuerpo de mujer? Me extrañaba a mí misma, no me reconocía.
Cuando creces feliz en tu familia pero sin referencias exteriores de amigos y compañeros, por tu discapacidad, tergiversas también las emociones. Un profesor, un nuevo amigo, podría convertirse en el blanco de la diana, y te sientes enamorada del amor.
Solo con el paso de los años se te aclaran las ideas, ves hermoso tu cuerpo, te sabes atractiva. Ahora parece estar de moda la autodeterminación de género desde la más temprana edad, y hasta se politiza y se lleva al Congreso, con sus tiras y aflojas, y se discute.
Polémica y bistec están servidos. Por ejemplo, según la ley Montero, existe el derecho, de las personas intersexuales, a “no tener que ser inscritas en un sexo que no tienen definido durante los primeros meses de vida”. A mi corto entender, los avances médicos permiten decidir si alumbramos o no a nuestro hijo con diversidad funcional, pero no definir el sexo del bebé.
Cada cual podemos decidir nuestra forma de ser, inclinación sexual y a quién amamos. Es algo de por vida, no por temor o timidez de adolescencia, cuando todo es incierto, hasta el descubrimiento del placer.
“La postura de la Iglesia respecto al universo Lgtbi no sólo es anacrónica, sino también antievangélica. Piedra de escándalo” (James Alison, sacerdote, escritor y teólogo). Hablamos de otra cosa.
“Las personas trans menores de edad, hayan iniciado o no el procedimiento de rectificación de la mención relativa al sexo, tienen derecho a obtener la inscripción registral del cambio de nombre por razones de identidad sexual” (Proyecto de Ley la igualdad, art. 43). ¿Y si de adultos se quiere hacer reversible la persona? La verdad, no comprendo desde mi ser mujer, en femenino.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 30 de octubre de 2022).