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Mujeres

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Foto IDA MARIE ODGAARD / Heraldo

La coruñesa Ana Baneira ya lleva disfrutando unos días de su familia, tras ser excarcelada y liberada del régimen iraní. Su delito: estar entre las pioneras en denunciar la muerte de Masha Amini y otras mujeres por llevar mal puesto el velo. ¿Seguimos en el medioevo en muchas zonas del planeta? Al menos muchas de ellas han podido liberarse al vivir en España y otros países, son libres en la forma de vestir y de pensar.

Pero no siempre se sienten liberadas interiormente. Que se lo pregunten a Natalia y su hija Eugenia, salidas segundo día de guerra de Stoyanka a Kiev, a Polonia, Alemania, Gerona y Zaragoza. Hace un año de aquello. Muchas vicisitudes, sobresaltos, luchas internas, tentaciones de volver a un país y una casa rodeada de bosques y animales que ya no son, que nunca existirán como los conocieron. Perdieron el contacto con Vitaliy, el esposo y padre. Solo alguna noticia y un hijo de voz de tarde en tarde.

Vidas truncadas para siempre. ¿Alguien podrá reconstruir el puzle? Como las de mujeres que intentan mejorar su calidad de vida en Calabria, Gibraltar o cualquier otra costa europea. Las que no mueren en el intento. O esas otras, árabes cisjordanas, a las que les derruyen la vivienda y la vida porque su familiar no pudo soportar más el abuso de poder.

Algunas son muy niñas, cuando sufren acoso escolar –léase Alana y Leila, gemelas de Sallent–, violaciones en toda regla, cambio de sexo irreversible o un aborto visto como derecho del que jamás han de recuperarse. Si el sí es sí aporta realmente, la realidad deja todavía mucho que desear. Si las menores son migrantes o sudacas el cóctel está servido.

Salía hace unos años el libro Diversas y precarias, un tándem perfecto entre vida ordinaria, asistencia y empleo. Nosotras, mujeres con diversidad funcional, capacidades especiales o maxi válidas, precisamos de asistencia personalizada, el tiempo que sea necesario. Ellas, latinas o españolas, europeas o africanas, necesitan comer, un techo, un salario digno con papeles y traer a los suyos. Llevamos años pidiendo al gobierno un equilibrio; solo algunas autonomías implementaros la asistencia personal.

Por no hablar de las señoras mayores, en casa o residencia, condenadas a vivir su hermosa edad del tránsito –podría serlo– en la más absoluta soledad. Si hasta a La Sirenita de Copenhague la ultrajaron mil veces, maquillándola ahora con los colores rusos, ¿qué no harán de nosotras si no reclamamos nuestros derechos, simples seres de a pie?

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 5 de marzo de 2023).

05/03/2023 12:54 pilmarbarca Enlace permanente. La columna dominical No hay comentarios. Comentar.

Sólo solo

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Foto https://es.wikipedia.org

“Estaré solo hasta las siete”. El periodista David Gistau ponía en jaque la decisión de la Real Academia Española de mantener solamente la tilde en el adverbio “solo” en aquellos casos de lesa ambigüedad.

De 1870 a 2010 estaba más o menos claro. La tilde diacrítica se mantiene en algunos monosílabos (dé/de, sé/se, sí/si, mí/mi); adverbios de lugar, tiempo, modo y cantidad (dónde, cuándo, cómo, cuánto), cuando expresan pregunta; los pronombres éste, ése y aquél, con  sus femeninos y plurales, para diferenciarlos del determinante que acompaña al nombre, y el adverbio sólo.

Con la redacción de 2010 todo cambia: “Es obligatorio escribir sin tilde el adverbio solo en contextos donde su empleo no entrañe riesgo de ambigüedad. Es optativo tildar el adverbio sólo en contextos donde, a juicio del que escribe, su uso entrañe riesgo de ambigüedad”. Ídem con éste, ése, aquél. Y la perdiz se terminó de marear cuando se suprimió la tilde de cualquier “solo”.

Tuve que reescribir mi tesis y la obra completa de Manuel Pinillos –nunca los textos del poeta–, así como poemarios o ensayos escritos tiempo antes, por respeto a la nueva Ortografía de la RAE y ASALE (Asociación de Academias de la Lengua Española). Lingüistas y escritores se enfrentaron. Y una, que se siente juez y parte, intenta escribir con compromiso, belleza y corrección.

“¡Ay, yo que sólo he nacido solamente!” (César Vallejo). El autor subraya la forma adverbial de sentirse solo, frente a adjetivar su ser en solitario. Si alguien vino a no quitar ni un punto sobre las íes, las tildes dan también su  juego, y más en creación. ¿Sólo un café o un café solo? Y, sin embargo, “Yo, solo, solo te amaré por siempre a ti”.

Confieso que me gusta la ambigüedad, hacer pensar a los lectores, como pienso y crezco yo misma cuando leo. Ni escribir solo para niños, mañana adultos, ni bajar la cultura sino subir el nivel –parafraseando creo recordar a Rosa Chacel y Carmen Conde–. Prefiero acentuar solo si nos confunde la lectura. Y es lingüísticamente saludable la libertad: “Si el pleno de la RAE (…) confirma que “sólo” puede escribirse con tilde “a juicio de quien escribe” (…) la tilde en “sólo” cuando se refiere a “solamente” no puede considerarse falta de ortografía” (Arturo Pérez Reverte). Ama y escribe bien, y haz lo que quieras.

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 12 de marzo de 2023).

12/03/2023 20:33 pilmarbarca Enlace permanente. La columna dominical No hay comentarios. Comentar.

Mi padre

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Foto archivo familiar

Tenemos una fotografía de las que hacen historia, yo con cinco añitos, él dándome un beso de película. Un contraluz de cortinas en blanco y negro nos agracian todavía más. Debía ser el año en el que me enseñaron a leer, él y mi madre. Recuerdo cuando me llevaban a Correos, junto a la plaza Santa Engracia, mi padre al otro lado de la reja. La noche era más dulce con un beso.

  Fue una época dura. Desde el 57 en que haría la mili no volvería al pueblo. Un sencillo taller, unas oposiciones por las que se haría ejecutivo de Correos y Telégrafos, un aspirar siempre a más que le llevaría a cursar tres años de Derecho en la UNED. “Os fuisteis un buen día a otras tierras / donde plantar la tienda y los amores. / La fábrica, el correo, la oficina. / Y allá, del otro lado de esas lomas, / llegaba la noticia de algún nuevo diablillo / que en verano vendría a alegrarnos la casa” (Tránsito).

Mis padres y sus hermanos migraron a la ciudad en un tiempo harto difícil, cuanto más si uno de los hijos nacía con una minusvalía o deficiencia. ¿Cómo sobrevivir al sobresalto? Me recuerdo en un piso sin ascensor, donde mi padre y mi tío me subían a una cuarta planta, sin seguro médico y con continuas anginas y necesidad de rehabilitación.

Vuelvo a verme leyendo y estudiando, sobre la máquina de coser, en los libros de Reválida de mi padre. Hasta que una prima maestra nos asesoró de los libros de EGB que me correspondían y, un año después, la asociación Auxilia, en cuya Junta de Padres él fue parte activa y fundadora, reguló mis primeros títulos.

Me abriría al mundo e hizo crecer mis alas. Y, sin embargo, ahí seguía mi padre, ausentándose en el tren más de lo que hubiese deseado, con su humilde maleta de madera, viviendo fuera tantas navidades y sorteando amenazas de atentados en sus viajes a Irún. Todo por su familia. “Luminoso tu padre, presentía / lejanos universos para ti, / mientras la luz doraba los rincones más íntimos” (Epifanía de la luz).

A mi padre le dolió jubilarse, fue un auténtico duelo por la vida que irremisiblemente iba pasando. Y se entregó a nosotros: la esposa, los cuñados, cada uno de sus tres hijos, y los nietos, que sin querer transfiguraban su rostro bonachón de siempre. Fue inaugurando etapas nuevas. “Los niños adoran a sus padres, loa adultos los juzgan y muy pocos los perdonan”, me dijo alguien. Yo te sigo adorando, achaque y refunfuños incluidos, a tus 89 primaveras. ¡Muchas felicidades, papá!

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 19 de marzo de 2023).

19/03/2023 21:37 pilmarbarca Enlace permanente. La columna dominical No hay comentarios. Comentar.

Mi querida facultad

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Foto www.heraldo.es

Fue el año del mundial de fútbol, que Simón ya no pudo ver por su distrofia muscular. El verano que me dio por leer a nuestros poetas de siempre –Bécquer, Juan Ramón, Machado–. Un otoño ilusionante, con ganas ya de conocer el pasillo y las aulas donde iba a dar mis primeras clases presenciales en un centro educativo.

Cristina fue la primera en ofrecerse a subirme las escaleras del Aula Magna II. Manuel, Elena, María José, Carlos, Carmen, Teresa… todos me ayudaron a partir de ese momento –temo dejarme a alguien–. María Antonia Martín Zorraquino nos recibió efusivamente. D. Félix Monge –señoritas, caballeros–; José-Carlos Mainer, que acabaría siendo mi director de tesis; Aurora Egido, cuyos exámenes con la máquina eléctrica me duraban hasta 8 horas…

Nuestro periplo iba de Filosofía y Letras o Filología al Interfacultades y Geológicas. Y el tío Fermín, ya jubilado, se convirtió en un compañero más, todos lo conocían de llevarme a clase –la risa que nos dábamos cundo los aspersores del campus nos mojaban–. Los felices 80.

Mi silla, como la mayoría de las sillas de ruedas de esos años, era manual. No se había adaptado apenas ninguna facultad –salvo la rampa “asesina” que unía el pabellón de Filología–, ni se había creado el Servicio de Atención a la Discapacidad. ¿Dónde los ordenadores? ¿Y los móviles?

El otro día se presentaba la nueva facultad de Filosofía, con espacios más amplios, sus grandes ventanales acristalados, sus pasillos, con más luz aún si cabe si cabe y sus bancos corridos, sus aulas adaptadas a las necesidades y la nueva Aula Magna, los enchufes para cada portátil y el mural de Ángel Grávalos, que se mantiene.

La verdad es que hacía falta, que fue en 1941 cuando se trajo de la Magdalena. Se nos caía encima. Y volverá a llenarse de las y los jóvenes, de profesores, de ilusiones y nervios. Acaso con menos exigencias académicas, con más opciones, ahora que la Universidad de Zaragoza se complementa con la de San Jorge. Con nuevas expectativas.

Pero esos días azules de la juventud universitaria, en los que coincidí, lo he sabido después, con Ana Alcolea, Trinidad Ruiz Marcellán, Reyes Guillén, César Ibáñez París o Alfredo Saldaña. O antes los de Ángel Guinda, Manuel Vilas, Ignacio Martínez de Pisón. Esos, no volverán. Pasemos el relevo.

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 26 de marzo de 2023).



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