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Ángeles custodios

Foto portada libro
“En la España de aquel momento, la miseria, las enfermedades y el hambre daban al traste con cuatro siglos de gloria”. Así comienza la novela histórica de Almudena de Arteaga, en la que se relata la expedición del doctor Fco. J. Balmis, Isabel Cendal, regenta de un orfanato coruñés, y una veintena de pequeños que portaron la primera vacuna efectiva contra la viruela a América del Sur. Principios del siglo XIX, inspiradora de la película “22 ángeles”, de Miguel Bardem. El “virus variola” (‘pequeña pústula’ en latín) ya existía entre los egipcios (siglo III a. C.), se cebó en la Europa del XVII y no se erradicaría hasta 1980.
Pocos ancianos pueden recordar los 50 millones de muertos en la segunda oleada de la gripe de 1918; y solo los mayores muestran la cicatriz de la antigua vacuna. “Vacunándoos de niños y revacunándoos cada siete años, os libraréis de la viruela” (Eduardo Castañer, Museo Pedagógico de Aragón, Huesca). Y ahora, cuando estábamos seguros y todo parecía controlado, llegó un extraño SARS-CoV-2, aún no sabemos si para quedarse definitivamente, pero sí para cambiarnos la vida de raíz. También los sanitarios han sido nuestros ángeles de la guarda: “Ángeles son aquellos profesionales de la salud (…) que se dejan la vida en los procesos de cuidado y que mantienen el firme propósito de la salud y del confort de cada uno de los pacientes” (José Carlos Bermejo, Centro de Humanización de la Salud).
La historia colectiva y nuestro organismo tienen memoria. Sin embargo, olvidamos con frecuencia. La Litera, Bajo y Medio Cinca y la zona de Caspe. Castilla-La Mancha, Castilla y León, Cataluña, Madrid, País Vasco, La Rioja… La India, EE. UU., Brasil, Perú, El Salvador. Más de 10 millones.
¿Hacinamiento? ¿Jóvenes desaprensivos? ¿Inmigrantes temporeros? Sin buscar culpables, es obvio que la higiene importa. En el hotel donde se hospedaba el Cádiz CF, fui testigo, ascensor exclusivo, agentes de seguridad, la más mínima norma… Los ángeles de la guarda tienen mil rostros.
“En ese conjunto de personas está integrada la dirección de mi residencia, las Hermanas Angélicas, unas mujeres que han renunciado a su vida personal no para atender a su madre o a su padre, sino a docenas de ‘mayores’” (Ana María Cortés Navarro, ex consejera de Sanidad, Bienestar Social y Trabajo del Gobierno de Aragón).
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El Meridiano", viernes 3 de julio de 2020).
Menudos héroes

Foto www.sjdhospitalbarcelona.org
Nos hemos centrado en los adultos, en los ancianos vulnerables, también en los discapacitados, en las mujeres que han tenido que convivir con su maltratador. ¿Pero y los niños? Esos locos bajitos a los que cantaba Serrat. ¿Es que no va con ellos?
Lo vemos en nuestros hijos, sobrinos, hijos de compañeros. “Mami, un niño”, señalan con el dedo sin atreverse a subir a los columpios. Esto hasta el pasado marzo era inimaginable. Nuestros peques eran de lo más social: intercambiaban el balón y el carrito de la muñeca, el cubo de la arena por los coches. Ha habido que explicarles que se nos ha metido en todo el mundo un virus o bichito microscópico; primero, había que estar en casita, y ahora el contacto con más niños y mayores puede hacernos enfermar.
La realidad supera a cualquier ficción, fantasía o cuento de maléficos ogros. Llevan meses sin asistir al colegio presencial, pero lo entienden todo. Me recuerdan, salvando las distancias, mi propia educación, también sentimental: las primeras letras y los cursos iniciales de EGB –actual Primaria– en casa, con mis padres; Certificado de Estudios Primarios y Graduado Escolar en el aula colectiva de Auxilia, para cinco discapacitados, y luego en el Instituto Nacional de Bachillerato a Distancia –con sede en el Goya–. No se había inventado la enseñanza on line.
¿Y cómo explicarles lo inexplicable, eso de lo que aún no tenemos respuestas? “…enseñar a los niños cómo tolerar la incertidumbre es clave para reducir la ansiedad y ayudarlos a desarrollar resiliencia”, afirma Janine Domingues (psicóloga infantil del Child Mind Institute). ¿Está bien la abuelita? ¿Podré tomar mis helados favoritos? ¿Habrá vacuna para todos los niños, ricos y pobres? Quizá el próximo diciembre, cuando les toque hacer de diputados, acerquen al Congreso a los miles y millones de pequeños que no tengan qué comer.
–Papi, tengo sed. –Pero niño, quítate la mascarilla. Hasta en eso responsables. “Los niños se sienten seguros cuando saben qué hacer para protegerse”, explica la profesional. “A menudo los hijos se nos parecen, / así nos dan la primera satisfacción”, interpreta nuestro cantante divo de tantas generaciones, Joan Manuel. “Mamá, si me pongo malito no me dejes solo”. Los niños son esponjas, por fortuna. Ojalá, superado este trago, les espere un futuro feliz.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El Meridiano", viernes 10 de julio de 2020).
Si no aprendemos nada de esta crisis, volveremos a caer

Foto Manuel Cortés Blanco
Manuel Cortés Blanco. Médico, epidemiólogo y escritor
Si no aprendemos nada de esta crisis, volveremos a caer
Si por el día realiza su trabajo como epidemiólogo en primera línea de la lucha contra la COVID-19, cada noche –tras haberles contado algún cuento a sus hijos– encuentra en la Literatura una válvula de escape. Hoy nos comparte a todos su saber y experiencia.
María Pilar Martínez Barca
Manuel Cortés Blanco, zaragozano de nacimiento y afincado en León, es médico, psicólogo, cuentacuentos y escritor. Técnico Médico de la Sección de Epidemiología del Servicio de Sanidad (Servicio Territorial de León) de la Junta de Castilla y León.
Como médico ha trabajado en cuatro de los cinco continentes. Premio Nacional Ulysses 2010 por su labor científica. Vinculado a distintas organizaciones solidarias, es técnico asesor del Proyecto Los Argonautas, dedicado a la inclusión social de las personas mayores más desfavorecidas.
Virología básica
P. ¿Qué son los virus?
R. Son agentes infecciosos microscópicos que, sin alcanzar a constituirse como célula, solo pueden reproducirse dentro de las de otros organismos. En latín significa veneno. Al igual que nosotros, forman parte de la Naturaleza.
P. ¿Y COVID-19?
R. COVID-19 –del inglés Coronavirus Disease 2019- es la enfermedad producida por un nuevo microorganismo. Su denominación correcta sería SARS-CoV-2 –en inglés, Severe Acute Respiratory Syndrome Coronavirus 2–, Coronavirus responsable de esta pandemia que vivimos.
P. ¿Se conoce su origen?
R. Aun cuando el criterio científico prevalente sea el de que tras analizar el genoma del agente causal, los resultados concluyen de manera abrumadora que su origen está en la vida silvestre –pudo pasar del murciélago u otros animales salvajes al ser humano–, no existe consenso absoluto. Los hay quienes abogan por que sea un producto de laboratorio, e incluso hemos escuchado otras teorías –desde la influencia del cambio climático a las ondas del sistema G5– sin mayores argumentos. En mi opinión, ante cualquiera de estos escenarios, esa Biodiversidad que nos protege se ha visto afectada por nuestro modo de vida, haciéndonos más vulnerables a este tipo de infecciones.
P. ¿Cuántas pandemias ha habido en la Historia?
R. Muchas. Desde tiempos bíblicos a la COVID-19, pasamos por la Plaga de Justiniano, la Peste Negra, la mal llamada Gripe española… La Historia de la Humanidad está ligada a la historia de sus epidemias.
P. Resalte alguna experiencia que le haya marcado.
R. En Benin, por los noventa, cuando abordamos un brote de cólera. Me recuerdo explicando a la población la importancia de tratar el agua y los alimentos, de lavarse sus manos, de adquirir medidas de prevención. Tratando a los pacientes con aquellos equipos de protección tan primarios, gestionando qué hacer con los fallecidos. Sucedió en uno de los países más pobres del mundo y hoy me descubro haciendo algo parecido en el mío.
Una crisis anunciada
P. ¿Nos cogió de improviso?
R. A prácticamente todos. Es verdad que se trata de un virus nuevo con un comportamiento especialmente anómalo. Pero también que en nuestro estilo de vida nos creíamos inmunes, todopoderosos. Jamás pensamos que un microorganismo diminuto fuese capaz de parar nuestros ritmos, nuestra economía, nuestras vidas. Ese exceso de confianza ha contribuido a esta realidad.
P. Tos, fiebre, dificultad respiratoria… ¿Qué otros síntomas?
R. Hay casos en los que la infección acontece sin síntomas, con el riesgo añadido de poderse transmitir. En otros, con cuadros menores –en ocasiones similares a un catarro común– y en los más graves puede producir desde convulsiones a alteraciones de la conciencia. La fiebre es el síntoma más característico de la COVID-19, en nueve de cada diez casos. Algunos estudios refieren la pérdida de gusto y olfato. En cualquier caso, la dificultad respiratoria –en uno de cada seis enfermos– será siempre un síntoma mayor a valorar.
P. ¿A qué familia pertenece?
R. A la llamada Coronavirus, que incluye siete virus causantes de enfermedades en el ser humano: desde el resfriado común hasta procesos graves, como el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS) o el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SRAS). Deben su nombre al tener al microscopio forma esférica de la que salen unas espículas que le dan esa apariencia de corona. Suelen contagiarse de animales a personas –transmisión zoonótica–.
P. ¿Cómo diferenciarlo de gripe, resfriado o alergias estacionales?
R. En muchos pacientes no será posible –especialmente los más leves– al compartir síntomas comunes. Habrá que considerar cada caso de manera individualizada con el apoyo de alguna de las pruebas diagnósticas existentes, como PCR o inmunoglobulinas.
P. ¿Es de los más mortíferos?
R. No es de los peores. Hay otros virus pertenecientes a su misma familia –como el MERS o el SRAS– con unas tasas de mortalidad superiores, si bien este detalle no les beneficia para sobrevivir. Aunque el virus causante de COVID-19 mate menos, se transmite más, y no hemos desarrollado inmunidad.
P. España tiene un buen sistema sanitario. ¿Por qué tantos contagios y mortandad?
R. Los porqués no son tan fáciles de encontrar. Influyó su rápida transmisibilidad, la tardanza de los equipos de protección al personal sociosanitario –centros sanitarios o residencias para mayores–, el hecho de que el virus se cebara en personas mayores con patologías previas… Analizar con detalle esos porqués será básico para que no vuelva a suceder.
P. ¿Por qué en algunos pacientes pasa desapercibido y afecta tanto a otros?
R. Los expertos aseguran que la clave se asienta sobre el sistema inmunitario. La respuesta de este resulta fundamental. Por ello, deberíamos potenciarlo cuidando nuestros hábitos de vida: desde una dieta saludable a practicar ejercicio moderado… Sin olvidarnos de sonreír.
P. Ancianos, personas con discapacidad, triaje… Han salido a la palestra.
R. En efecto. Particularmente, he sentido el llamado edadismo o discriminación de las personas por el mero hecho de su edad. Allá donde he podido, lo he rebatido con argumentos. Una cosa es hacer triaje –lo que como médico me ha tocado muchas veces– y otra muy distinta hacer segregación.
P. ¿Qué tipos de tratamientos se han seguido?
R. En los cuadros menores el tratamiento es meramente sintomático. Para los mayores se ha desarrollado una amplia batería de productos, en ciertos casos todavía en fase experimental: desde antivirales a antibióticos, pasando por estimulantes del sistema inmunitario o terapia pasiva de anticuerpos.
Realidad y ficción
P. Es autor de varios libros infantiles. ¿La realidad supera a la ficción?
R. Indudablemente. En cierto relato anticipé un confinamiento como el que hemos tenido, su origen estaba en un desastre medioambiental. Si no cuidamos nuestro planeta acabará sucediendo.
P. ¿Dejará el confinamiento secuelas psicológicas?
R. Si bien es pronto para valorarlas, parece seguro que esta pandemia acarreará distintas secuelas psicológicas, consecuencia del estrés al que estamos sometidos. Confinamiento, miedos, tanta incertidumbre… Al igual que el virus, no hará distinciones, cebándose con los grupos más vulnerables.
Los expertos anuncian un aumento de trastornos mentales, alguno incluso de nuevo cuño como el llamado Síndrome del Domingo Eterno. Proyecto Hombre –donde impartí clases de formación– ha alertado del incremento de adicciones, como la dependencia a los videojuegos o las apuestas a través de Internet. La psicológica es una de las olas de ese tsunami llamado COVID-19.
P. Se anuncian consecuencias económicas catastróficas…
R. Es otra de las olas, llena de números rojos según el Banco Central Europeo y que cierto amigo gestor sintetiza: muchos negocios tendrán que cerrar… Traerá más diferencias entre todos, con el riesgo añadido según el presidente de la FAO de que al final de la pandemia pudiera haber más muertos por hambre que por el virus.
P. ¿Ahondará las diferencias entre países?
R. En efecto. Hay estados que ya han avanzado que no tienen dinero para afrontar los costes de esta epidemia ni podrán pagar su deuda. Aun cuando la COVID-19 sea universal y afecte a todos sin distinción, sus secuelas serán mayores en los países con menor renta.
P. ¿Para cuándo la vacuna?
R. En estos momentos la mejor prevención es el cumplimiento de las medidas de protección. En cuanto a la vacuna, hay ya más de cien proyectos registrados –algunos en fases avanzadas– si bien, por cuestión de plazos, no parece probable que esté disponible antes de un año.
P. ¿Saldremos de esta?
R. Lo veo desde un positivismo moderado. El ser humano nos recuerda al Ave Fénix: resurge de sus cenizas. Saldremos adelante, aunque deberíamos considerar lo vivido en esta pandemia, incluyendo un mayor respeto por nuestra Naturaleza. Pero también es posible que, como dijera Mary Poppins en una de sus escenas, los adultos mañana lo habrán olvidado todo. Si no aprendemos nada, volveremos a caer.
SUMARIOS
“Una cosa es hacer triaje y otra muy distinta hacer segregación”
“La psicológica es una de las olas de ese tsunami llamado COVID-19”
“La mejor prevención es el cumplimiento de las medidas de protección”
(Humanizar, Nº 171 -Madrid, julio-agosto 2020-).
Vulnerables

Foto Los enamorados, de Natalio Bayo, en La danza de la muerte.
“Rezo en la ducha, señora. Y ante el piano. / Mirando las vueltas del centrifugado. / Haciendo punto, joven del huso. / Por lo que sé hoy. Lo que sabré mañana. / Lo que no podré prever más. // Tras el abandono, rezo cada hora”. Lo escribe Pilar Adón en su nuevo poemario, Da dolor.
Nunca supuso un riesgo celebrar colectivamente el triunfo del equipo favorito, bailar pegados o subirse a un avión. Algo nos trastocó la vida de un día para otro, y van ya más de cien. Cada cual se refugia en sus manes, sus raíces, su religión particular.
El ambiente está enrarecido. Un extraño microorganismo se interpuso en nuestras relaciones y nos robó la primavera. No nos apetece ir de rebajas, planear un crucero este verano ni aplicarnos el tratamiento anticelulítico de siempre cara a la operación bikini. Lo peor, no sabemos todavía el origen de tales mutaciones ni intuimos el futuro a corto plazo.
Dicen que a un 40% nos ha tocado, psicológica, emocionalmente, en el bolsillo. Bueno, a todos no. Algunos de nuestros jóvenes se sienten invulnerables, intocables, eternos. Libres de esa amenaza global y planetaria que puede recortarnos la edad y el bienestar. ¿Habremos de llegar a octogenarios, como la generación que nos precede?
¿Volverán las golondrinas del amor? No pensábamos que íbamos a morir tan prematuramente, a despedir sin besos ni apretones de manos a los seres queridos, a no decir adiós. Claro, eran mayores, muy mayores. ¿Hacerles sufrir más? Ya vivieron lo suyo. Si se hubiera cebado en los niños hubiese sido diferente. ¿Y los adolescentes? ¿Y los trabajadores temporeros? ¿Y los jóvenes?
Una neblina oscura, como máscara, nos ciega el porvenir, de momento hasta otoño. Lo vamos transformando en pesadillas, o temores ocultos, subterráneos. ¿Y el inicio de curso? ¿Llegará a tiempo una vacuna eficaz? ¿Tendrá contraindicaciones? Las preguntas retóricas, o no tanto, pueden llevarnos a un dédalo sin final, más intricado que el de Minos, en la Grecia legendaria.
No nos sale de adentro la alegría. Pero si nos paramos, quizá tengamos la respuesta. “La esperanza es el presente del futuro. Y sana y predispone saludablemente porque refuerza biológicamente, psicológicamente, emocionalmente, espiritualmente. La esperanza refuerza el sistema inmunitario” (José Carlos Bermejo, La esperanza en tiempos de coronavirus).
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El Meridiano", viernes 17 de julio de 2020).
Distopía

Árbol de la vida. Foto www.tenvinilo.com
“Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana” (Diccionario de la lengua española). En este caso, el prefijo dis- indicaría ‘negación’ o ‘contrariedad’ respecto a utopía: “Representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano”. Y también “plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización”.
En todas las culturas hay un Bien y un Mal, Yin y Yang, infierno y jardín de las vírgenes en la religión musulmana. Y en el subconsciente colectivo, utopía y distopía pueden ir de la mano. Sin tener que acudir a teoría conspiranoide alguna, la discordancia con la vieja normalidad va a darse en un futuro a corto y medio plazo.
¿Un virus animal? ¿Manipulación en la mutación de especies? En cualquier caso, la biodiversidad de nuestra casa tierra ha sufrido mucho.
Esta Europa unida, tras superar dos guerras, la locura nazi, y tantos y tantos genocidios, que ha de sostenernos económicamente, es también heredera de símbolos antitéticos: el trigo y la cizaña, los hijos de la luz y las tinieblas, ángeles y demonios.
A los jóvenes les hemos ocultado muchas cosas, lo mismo que a Sidharta, futuro Buda, se le impedía ver la enfermedad, la vejez y la muerte. Los hemos protegido demasiado y creen que no va con ellos. Y se han encontrado sin la abuela, de la que no han podido despedirse; con que su profesor ha caído enfermo; sin poder ir a clase, ni a Salou, ni a ese viaje soñado durante meses.
Distopía, porque no conocemos ni el origen ni el final; porque ahora les afecta también a los bebés; y el aire está viciado y no podemos comprar un aire limpio, como Rosa Montero en Lágrimas en la lluvia, a través de Bruna Husky, la detective tecno que investiga el informe de la Tierra sobre el nuevo destino de la Humanidad.
“Me hice escritor porque tengo un desajuste con la realidad que me rodea, mi país, mi ciudad, mi época… Eso me lleva a encontrar en la literatura un mundo de experiencias que no he tenido, pero que he soñado” (Juan Marsé). Soñaremos. No nuevas islas de Utopía. Sí oscuras golondrinas que aprendan nuestros nombres, porque amamos.
Y el siete, del candelabro hebreo, las moradas, los chacras yóguicos o los niveles del cielo musulmán, se impondrá sobre el seis.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El Meridiano", viernes 24 de julio de 2020).
Las Delicias

Foto www.heraldo.es
En los años 60 del pasado siglo, mis padres, como tantos otros, emigraron del pueblo a la ciudad. Venían de una guerra y una triste posguerra, y la oligarquía franquista no ayudaba mucho. Los míos aún tuvieron suerte y, con los cuatro ahorros de los abuelos, a fuerza de una vida de entregarse a la tierra, como el grano de trigo, se compraron un piso. Dos sillas, una mesa donde poder comer y un sencillo colchón, era todo su ajuar.
Los muebles fueron llegando despacito, y cuando yo nací, allí en una cuarta planta de la calle Delicias, no faltaron la cuna, los primeros juguetes y una sillita, imitación de anea azul y blanca, donde aprendí a leer. La gimnasia, a la que debíamos acudir todos los días debido a las secuelas de la parálisis cerebral de nacimiento –un error médico–, corría toda a cargo del sueldo de funcionario de mi padre, no tenía seguro.
Hacía mucho frío en los inviernos, con solo una estufa para toda la casa de esas de piña eléctrica. Y yo cogía angina tras angina, y muchas inyecciones, que aún me duelen; un “virus” permanente que el sarampión terminó de completar. Leía y estudiaba en la máquina de coser.
Llegó la transición, la democracia, mis primeras salidas con otros compañeros sentaditos, colonias de verano, el título de Primaria, el Bachillerato a Distancia, luego la Universidad. Nos hicimos más universales, mucho menos egocéntricos. Llegaron los primeros inmigrantes, y otros para quedarse, y muchos más.
La globalización se hizo dueña del mundo, o de la tierra. Y olvidamos reciclar las caseras; vasos, platos, pajitas y envases de cartón los cambiamos por plásticos. Fueron llegando los ordenadores, los viajes a gran escala, las pateras. Nuestros padres y nosotros nos fuimos trasladando a pisos y urbanizaciones más modernas, con ascensores y calefacción. Y aquellas viejas casas las dejamos para los nuevos inmigrantes, apiñados, subarrendados tantas veces, que venían a cuidar de los mayores.
Trece años tenía cuando dejé Delicias. Los mismos que esa niña inmigrante, hija mayor de una familia cuyos padres han debido ser aislados por la covid. No se sabe muy bien de qué hemos abusado. ¿De la naturaleza? ¿De nuestros prójimos? Se nos ha muerto casi toda la generación que nos cuidó. ¿Qué va a ser de la que ahora ha venido a cuidarnos? ¿Y de los jóvenes?
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El Meridiano", viernes 31 de julio de 2020).