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Se muestran los artículos pertenecientes a Noviembre de 2020.

Jorge Gay

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Foto 6 litografías para el proyecto publicitario Agua de Lunares, Paraninfo.

Me cautivó hace años en la Lonja. Pero “Los fugaces párpados” que pude contemplar en el Paraninfo me llagaron sabrosamente el alma, en un éxtasis artístico místico creador. Entramos en la sala Goya, “sala de máquinas”, a la derecha. Murales, carteles publicitarios de teatro, danza o películas. Cuadros con cabezas de colores que parecen lunas, círculos, peces o aves. Una pantera negra esmaltada en matices para el café homónimo. Y el poema relato con seis litografías para Agua de Lunares, un prefacio precioso: “Luna me beberé tu agua / Agua me viviré tu luz”.

El artista no olvida a sus amigos: Paco Ortega, Rafa Campos, Miguel Ángel Berna, Javier Delgado y su Zaragoza marina. Flores que semejan pájaros, manos como árboles, peces que terminan conformando la figura humana. El centro de todos los paisajes creados para el alma, que observa y se entusiasma en cada rincón de las figuras. Y la gran mesa de dibujo; y el recuerdo del padre, perfilando la silueta de la torre con unos cuervos; y la presencia del abuelo, en la primera exposición a su regreso de París.

Un poema detiene el paso del viajero y le habla al corazón: “Abrígate, amor mío, / hoy hace frío. / No trae pétalos la aurora / ni la mañana música, / pero vente conmigo / a ver la luz quebrada / y el lado oscuro e íntimo de la lluvia”.

Y pasamos a la sala Saura, a la izquierda. Dibujo y pintura más propiamente dicha, salidos de las largas horas de soledad gustosa en el taller. Las series “Los oficios”, “Pescadores” y todas esas expresiones, a pulso de emoción y carboncillo, de la más genuina humanidad. En la pared del fondo, los óleos de las cuatro estaciones; contrapuesto, un mural símbolo de la bondad y de la luz, con solo alguna pincelada del lado oscuro de la vida. Y el reconocimiento a los maestros: Fermín Aguayo, Luis Berdejo, Marín Bagüés, Martínez Díaz, y la gran pintura española del XIX.

Catálogo poemario dividido en tres tiempos medidos por un mismo diapasón: la pintura el homenaje a los pintores, el creador. “La pintura es para mí es crecer, darle forma al misterio del universo, y divertirme, y vivir intensamente. (…) Y eso viene unido desde las cuevas de Altamira, desde las iglesias románicas, desde los palacios, y yo pongo mi pequeño recuerdo”. Todavía nos quedan los museos, los libros y los clásicos. “En los clásicos encontramos ideas para reconstruir el futuro” (Irene Vallejo, Premio Nacional de Ensayo). Son la savia del alma, la sangre nuestra para no morir.

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El Meridiano", viernes 6 de noviembre de 2020).

06/11/2020 15:08 pilmarbarca Enlace permanente. La columna dominical No hay comentarios. Comentar.

Irene

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Foto José Manuel Marco

Del griego Eyrene, significa “paz”, como en su traducción romana, que también heredamos. El infinito en un junco, de Irene Vallejo, Premio Nacional de Ensayo 2020, además de adentrarnos en el maravilloso misterio de los libros, nos ha hecho más llevadera la pandemia: desde los enfermos hospitalizados en Ifema, pasando por Mario Vargas Llosa o Rosa Montero, a sus múltiples seguidores anónimos. “Nos gusta imaginarlos peligrosos, asesinos, importantes, pero los libros son, sobre todo, frágiles”.

Estamos enigmáticamente enlazados: “En realidad, somos bastante extraños y (…) fueron los griegos quienes empezaron a ser tan extraños como nosotros”. Griegos y romanos explican muchas cosas que no entenderíamos, como el imperioso anhelo de sobrevivir a las cenizas: “Los autores deseaban ser recordados, vencer la muerte con la fuerza de sus relatos”. O el “Resistiré” del Dúo Dinámico: “Según el código del honor, había que aguantar la posición en el campo de batalla, sin retroceder ni huir”.

De Alejandría a los campos de concentración nazis, bibliotecas y mágicos elixires de palabras salvaron innumerables veces de la quema, la epidemia, la muerte. Como Sherezade, Marco Antonio seduciendo a Cleopatra, Herodoto o los protagonistas del Decamerón. Autora de El pasado que te espera, La luz sepultada, El inventor de viajes, La leyenda de las mareas mansas, Alguien habló de nosotros o El futuro recordado, Irene Vallejo es también maestra de la palabra en los medios de comunicación.

“Fantaseamos con remedios eficacísimos, veloces, que curen todos nuestros males. Los griegos llamaban a este medicamento infalible ‘panacea’, nombre de la diosa de la sanación universal” (Heraldo de Aragón). “Resuena en nuestros oídos, una y otra vez, la letanía de cifras (…) La Iliada se detiene con emoción y temblor ante cada muerte” (El País).

Su discurso se acerca al de Virgilio en El silbido del arquero. Irene: “He intentado, en una ambiente donde ha habido tanta alarma, tanto dolor y polarización, utilizar las palabras de la manera más sanadores posible”. Su mentor latino: “Compondré para Augusto el poema que tanto desea, daré vida con mis versos a sus antepasados, pero les insuflaré mis esperanzas y no su sed de poder”.

Me siento orgullosa de ser su amiga. También de mi sobrina Irene, de tres añitos. Que la luz la acompañe toda su larga vida.

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El Meridiano", viernes 13 de noviembre de 200).

Vejez y soledad en tiempos de pandemia

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Foto Humanizar

Vejez y soledad en tiempos de pandemia

Cuando la humanidad ilumina la esperanza

Rosario, Teresa, María Jesús, Mari, Rosa y Benito, han vivido el confinamiento y los meses posteriores desde diversos ángulos: la residencia, la soledad de su propio hogar, el servicio y la entrega a los seres queridos. Son muestra, ejemplo y acicate, para seguir luchando por la vida y la ilusión, cada día renovada. Un libro abierto y bellísimo.

María Pilar Martínez Barca

Institucionalizados

“Mi suegra se llama Rosario –nos cuenta Teresa– y tiene 87 años. Nació en La Puebla de Segura (Jaén), pero lleva toda su vida en Monzón, desde que se casó. Lo peor de estos meses ha sido no poder ver a sus nietos y a su bisnieto (solo en vídeos y videollamadas)”.

Rosario tiene dos hijos: Pedro (con una hija y un nieto) y Ricardo (padre de tres hijos). “Ha trabajado mucho toda su vida. Era muy buena cocinera y sus nietos la adoran, pero estos meses han tenido que estar separados y para ella es muy duro”. Ahora tiene en España a su nieta mayor, Virginia, y su bisnieto Nahuel, a los que no contaba ya ver mucho dada su edad, viven en Perú. Y teniéndolos tan cerca desde marzo, no pueda verlos. “Eso lo lleva muy mal. Lo intentamos compensar con las pocas visitas que la situación ha permitido, pero no es lo mismo: no puede abrazar ni besar a su pequeño de 19 meses”. Su delicado estado de salud no le permite plantearse poder vivir fuera de la residencia.

Una generación de luchadores, más siendo mujeres. “Yo intento ponerme en su lugar –continúa Teresa– y me pregunto de dónde sacan esa fortaleza mental. Por las circunstancias en que vivieron su infancia y adolescencia, en plena guerra y posguerra, y siendo de familias humildes, tampoco aprendieron a leer bien como para que la lectura pudiera ser ahora un desahogo. Yo siempre pienso que, en su lugar, solo la lectura podría animarme. Tienen, eso sí, una fe más allá incluso de lo religioso”.

Teresa tiene una tía, de su mismo nombre. “Cumplió 95 años durante el confinamiento. Le encantaba salir a hacer recados para otros compañeros de la residencia, a la farmacia, etc. Pese a su edad mantenía una movilidad y autonomía envidiables; con la pandemia es lo que más echa de menos”.

Teresa tía nació en Cortalaviña, en la montaña de Tella, una zona de la comarca de Sobrarbe muy próxima a Francia. Al quedarse viuda y sin hijos, decidió allí irse desde Zaragoza, donde vivió los últimos veinticinco años, a la residencia de Aínsa. “Figúrate, con 95 años y desde marzo viviendo solo para recordar”.

Ambas son muy responsables. Se quejan solo lo justo, saben que está en juego su salud y la de los cuidadores y sus familiares, y que es mejor no tener contacto con personas de fuera de la residencia. “Estos últimos rebrotes de la pandemia las han desanimado bastante”.

Noelia nos habla de María Jesús, su madre. “Tiene 91 años y nació un 25 de diciembre. Ella y Miguel, mi padre, tuvieron cinco hijas: Mirentxu, Camino, Blanca, Inmaculada y yo”.

Entró en la residencia privada Amavir de Pamplona en 2017 a consecuencia de una caída en casa, quedó en silla de ruedas. Vivía sola con escaleras. Las hijas iban todas las tardes a verla pendientes de cuanto necesitara.

“Siempre la recuerdo cantando en casa, y en el coro parroquial, le gustaba ir todos los días a misa.

”Ha sido una mujer de su casa, y cuando ha hecho falta salir a trabajar lo ha hecho: limpiando, al cuidado de ancianos… Nunca le ha importado, sobre todo cuando la economía no iba muy bien.

”Es una buena madre, y abuela ejemplar y cariñosa con sus nietos: Mikel, Erika, Aritz, Aitor, y Andrea, su orgullo. La recuerdo haciendo punto o cosiendo en un cuarto al sol, y escuchando la radio”.

Cuando entró en la residencia estaba bastante bien cognitivamente, por lo que le costó adaptarse. Con las muchas actividades durante todo el día y sus hijas, que no dejaron de ir ni una tarde, se iría acomodando. “Con el tiempo, le detectaron alzhéimer, así que confundía su casa del barrio, con la natal del pueblo (Puente la Reina, Navarra), pero ella estaba contenta y entretenida. Hasta que llego el dichoso coronavirus, con el que, como en todos los centros, cerraron y solo nos dejaban llamarle por teléfono. Durante el confinamiento lo ha pasado muy mal, porque no entendía por qué no podíamos ir a visitarla, y por qué los chinos habían traído este bicho”.

Continúa Noelia: “Según pasaba los días y la situación empeoraba, a mi madre la aislaron en su cuarto, individual, durante todo el día (lo pasó asintomática); la levantaban y la ponían en el sillón. Hasta que un día se levantó para ir al baño y se cayó. La pasaron a otra planta para estar más vigilada.

”Nosotras también lo hemos pasado mal, con la incertidumbre de lo que llegara a pasar. En el centro ha habido muchos fallecidos de la covid, y los que no, se morían de pena y pocas ganas de vivir.

Hogar, solitario hogar

Otros lo han pasado en casa, recibiendo la compra de manos de los hijos, recordando, doliéndose, disfrutando los primeros paseos de una hora, refugiándose en la lectura o el estudio, esperando en el futuro de los nietos, esperanzándose.

Mari, madre de mi cuñada, me contaba: “Estuve casi tres meses sin salir. Me traían la comida mis yernos, turnándose cada semana uno. Ya me aburría. Hasta que pudimos empezar a salir. Primero una vueltica, con Carmen, Marta o Elena, poco a poco. Hasta que un día nos juntamos todos en la plaza”. Sus dos apoyos, la lectura y el recuerdo de Antonio, su esposo ausente tan presente. ¡Tantos años convividos!

“Y en julio me dijo un día Carmen: Mañana nos vamos a Jaca. Se está muy bien en el jardín. Y quiero mucho a mis nietos: Juan y Jorge, tus sobrinos, Daniel, Víctor y Laura. Los mayores se vestían bien y se peinaban y se iban a dar una vuelta por ahí; o se echaban su partido de fútbol. La niña se quedaba con nosotros, estaba bien en casa. Y jugábamos mucho: a las cartas, al bingo… Y nos volvimos a Zaragoza. Ahora a ver el invierno”.

Rosa, profesora jubilada de Historia e Historia del Arte en mi querido Inbad. Conferenciante apasionada, gran amiga y conocedora de la obra de Isabel Guerra. Su madre cuidaría de los hijos y la casa mientras daba clases; ella y José Luis, su marido, la mimarían de mayor, hasta los 104 años; ahora reconoce y acepta su propia vejez.

“Tengo cuatro hijos: Ana, María José, José Luis y Jesús, el único en Zaragoza, todos unos cerebritos. Y cinco nietos como cinco soles. José Luis, “Chelis”, es químicos de Análisis Atmosféricos en la universidad de Colorado y uno de los mayores expertos del mundo en aerosoles; lo llaman de aquí de allá y su equipo ha convencido a la OMS de que el virus está en el aire. No me deja ir a misa, a la peluquería ni a un lugar cerrado. “Mamá, si quedas con una mejor al aire, y si es terraza que esté bien ventilada”.

”Así que lo pasé en casa, con la chica que me cuida. Y en cuanto se pudo salir, un paseo de una hora, arriba y abajo, con mascarilla y gafas. Soy de alto riesgo por las dos operaciones. No dejo de estudiar inglés. ¡Echo de menos a José Luis!”.

Rosa confía en la vacuna, y en salimos pronto de esta.

En familia

A Benito, profesor jubilado de Lengua y Literatura, padre de dos hijos, Andrés y Carmen, y abuelo de cuatro hermosos nietos (Andrés y Julia, Ibai y Cora), miembro activo del Teléfono de la Esperanza o la Asociación Aragonesa del Camino de Santiago… el confinamiento le cogió en Ansó, un pueblecito oscense.

“Me cuesta poner palabras a los meses de confinamiento: En esa dificultad para la reflexión noto que he envejecido.

”La declaración del estado de alarma me pilló en un momento en el que estaba fuera de mi domicilio habitual, en casa de mis hijos. La finalidad era atender a uno de ellos, que había tenido una intervención quirúrgica y necesitaba ayuda. Lo que iba a ser una estancia de unas semanas resultó ser de tres meses. Con el cierre del colegio se complicó la vida familiar, con la presencia de los niños las veinticuatro horas: lo que iba a ser un cuidado en un ambiente de tranquilidad, terminó añadiendo a la convalecencia la atención a unos niños a los que, de pronto, se les priva de la expansión y relación natural con profesores y con otros niños.

”Indudablemente, ha sido una experiencia dura. El balance es positivo, a pesar de los momentos más difíciles. Hubiera deseado tener diez años menos: quizá hubiera sentido menor cansancio, mayor paciencia y humor.

”Tras el levantamiento del estado de alarma, volví a mi domicilio: Y lo primero que me saltó a la vista, desde el privilegiado lugar en el que observo la vida de la calle, fue la grave incidencia de la falta de movimiento en la mayoría de la población, al no disponer de espacios al aire libre.

“Si comenzaba diciendo que, a nivel personal, había envejecido, también a nivel colectivo observo muchas más manifiestas las dificultades de muchos mayores para moverse con soltura, y sin ayudas de bastones u otros instrumentos. Incluso se observa en el conjunto corporal un peso, un agobio, resultado de ese parón locomotor, psicológico y social que ha supuesto el confinamiento”.

El pensador Guy Sorman, en uno de sus artículos, defendía que los gobiernos deberían haberse decidido por compatibilizar la bolsa y la vida, en lugar primar solo una de ellas, confinándonos.

SUMARIOS

“Tienen una fe más allá incluso de lo religioso”

“Los que no, se morían de pena y pocas ganas de vivir”

“Se observa un peso, un agobio, resultado de ese parón locomotor, psicológico y social”

(Humanizar, Nº 173 --Madrid, noviembre-diciembre 2020--).

19/11/2020 19:20 pilmarbarca Enlace permanente. Humanizar No hay comentarios. Comentar.

Francisco Brines

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Foto El País

Andaba estudiando los poetas del Café Niké, de Miguel Labordeta y Manuel Pinillos, pasando por Julio Antonio Gómez, Rosendo Tello o Fernando Ferreró, a los casi impúberes asistentes a la tertulia, cuando tan gratamente me encontré con la Generación del 50 o segunda de posguerra. Nacidos entre 1925 y 1935 comenzarían a publicar en el 52. J. M. Caballero Bonald, C. Rodríguez, J. A. Goytisolo, A. González, E. Cabañero, C. Barral, J. Gil de Biedma, F. Grande, J. Hierro, J. A. Valente: “Cruzo un desierto y su secreta / desolación sin nombre” (A modo de esperanza).

Superado el compromiso de los poetas precedentes, Gabriel Celaya o Blas de Otero, y buenos discípulos de Vicente Aleixandre, optan por la poesía como conocimiento frente a la poesía como comunicación. Entre todos, un nombre señero, Francisco Brines: “Recuerda una ciudad, de altas paredes, / donde millones de hombres viven juntos, / desconocidos, solitarios; sabe / que una mirada allí es como un beso” (Las brasas).

Heredero a su vez de Cernuda, Cavafis, Juan Ramón o Machado… Qué actual este poema y, sin embargo, todavía de su ópera prima, cuyo inicio nos desmenuzaría Rosendo Tello y que luego cité en algunos de mis versos: “Está en penumbra el cuarto, lo ha invadido / la inclinación del sol”. Aunque nada como El otoño de las rosas, preconizando esta noche que habitamos: “Todas las noches de mi vida, envejeciendo, / son una infame rosa negra, / son una rosa negra y solitaria, / una encantada y desvalida rosa”,

Pérdida del paraíso de la infancia, a su vez tan aleixandriano, solo recuperado a través de la belleza: “Un niño, / debajo de las nubes radiantes, / contempla el mar” (Palabras a lo oscuro). Poeta del amor y la nostalgia, hacia una muerte serena: “Donde muere la muerte, / porque en la vida tiene tan solo su existencia” (Yo descanso en la luz). Coetáneo y maestro de autores como Antonio Gamoneda, María Victoria Atencia, Julia Uceda o Antonio Colinas.

¿Y por qué me recuerda otros versos adsorbidos hasta la saciedad? “La muerte, lo sabéis, es el más largo viaje / y lo hacemos tendidos en el suelo, quietamente tendidos, / mientras la luz se alarga dorando lo distante” (Manuel Pinillos, Sentado sobre el suelo). Comentaba el Premio Cervantes 2020 cómo la poesía ha de servir en un momento tan difícil de “refugio” y “sanación” del alma. ¡Qué verdad tus palabras, apreciado maestro!

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El Meridiano", viernes 13 de noviembre de 2020).

19/11/2020 19:31 pilmarbarca Enlace permanente. La columna dominical No hay comentarios. Comentar.

Educación pandémica

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Foto Pixabay

La nueva Ley Orgánica de Modificación de la LOE garantiza la “La calidad de la educación para todo el alumnado, sin que exista discriminación alguna por razón de nacimiento, sexo, origen racial o étnico, discapacidad, edad, enfermedad, religión…”. Equidad y términos obsoletos.

Madres, padres o tutores conservan el derecho “A [sus hijos] que reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”; aunque la religión no pase de “maría”. Fra Angélico, Miguel Ángel, Velázquez, Zurbarán… El Cantar de los Cantares, Fray Luis de León, nuestros místicos universales; poesía, teatro y novela de los Siglos de Oro; de Unamuno a Colinas, tantos autores del XIX, XX y XXI de mirar trascendente. ¿Cómo entender los valores cívicos y éticos, humanos y de la infancia, la igualdad entre hombres y mujeres, si obviamos el judeocristianismo que ha nutrido Europa?

El currículo escolar marcado por el Ministerio; pasa palabra o curso con varias pendientes; una única prueba en Selectividad. Y la enseñanza concertada: “Las Administraciones educativas regularán la admisión de alumnos y alumnas en centros públicos y privados”. Hermanos, cercanía, renta o problemas familiares… son las prioridades. ¿Qué se hizo de la libre elección de los papás?

¿La educación especial? “El Gobierno, en colaboración con las Administraciones educativas, desarrollará un plan para que, en el plazo de diez años, de acuerdo con el artículo 24.2.e) de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (…), los centros ordinarios cuenten con los recursos necesarios para poder atender en las mejores condiciones al alumnado con discapacidad”. ¡Manda narices que aquí sí se recuerde la Convención y no en cuanto a la asistencia personal! Siempre habrá estudiantes que, sin ser extremadamente especiales, necesiten un centro a su medida.

Lo que ya clama al cielo, o al averno, es la equiparación del castellano y otras lenguas cooficiales. “Al finalizar la educación básica, todos los alumnos y alumnas deberán alcanzar el dominio pleno y equivalente en la lengua castellana y, en su caso, en la lengua cooficial correspondiente”. ¿Se podría trabajar en Alemania con la lengua de Villaconejo de Arriba? De “idiotez sin límites” lo tacha Vargas Llosa.

Pandemia sanitaria, económica, psicológica, social, educativa. Enfermos estamos todos, a este paso.

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El Meridiano", viernes 27 de noviembre de 2020).

27/11/2020 13:09 pilmarbarca Enlace permanente. La columna dominical No hay comentarios. Comentar.


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