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Se muestran los artículos pertenecientes a Junio de 2021.

Entre libros

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Foto J. F. Losilla / Heraldo de Aragón

Mi infancia y mi educación sentimental fueron algo peculiares. Andersen y los hermanos Grimm, lo típico en los niños de mi generación. El soldadito de plomo, El patito feo, El traje nuevo del emperador, La pequeña cerillera… De origen humilde y no tan inocente como nos parecía, el autor danés contrasta con la tradición folclórica alemana: Blancanieves, La Cenicienta, Hänsel y Gretel, La Bella Durmiente, El Gato con Botas… Junto a historias para niñas aplicadas, como La ratita presumida, adaptación de Cecilia Böhl de Faber (Fernán Caballero).

Soledad infantil y preadolescente, sin escuela, que siguió nutriéndose del género fabulístico: Iriarte, Samaniego, Esopo… Y vidas de jovencitas a mi alcance: Polly, corazón de oro –en la biblioteca tranvía del parque Castillo Palomar–, Mujercitas, Bernadette Soubirous… En mis primeras colonias descubrí a Los Cinco. No había comenzado mi formación intelectual.

Ramón J. Sender, del que Contraseña reedita Míster Witt en el Cantón, iría cautivándome en su hermana Carmen –mi profesora del INBAD–. Antes de empezar Filología, visité el edificio y degusté las páginas de Bécquer, Juan Ramón, Antonio Machado o Rafael Alberti, inoculada la pasión por la poesía a través Rosendo Tello.

Se recreó el mundo en las palabras. No olvidaré el descubrimiento de Guillermo Carnero o La caja de plata, de Luis Alberto de Cuenca, gracias a Aurora Egido –con nuestros exámenes de ocho horas, mañana y tarde–. Ni el gusto por la Tragicomedia de Calisto y Melibea o Gonzalo de Berceo, que nos inspiraba María Dolores Albiac, que aquel año daba Medieval. Los Siglos de Oro, el pensamiento ilustrado, el XIX y las magistrales clases de José-Carlos Mainer, mi luego director de tesis.

Los clásicos despertaron mi intelecto. En el predoctorado me rocé con Borges. Después  La casa de los espíritus o El amor en los tiempos del cólera, el grupo de los 50, los novísimos… Y el placer, Donde el Corazón te lleve, de Susanna Tamaro, o Música blanca, de Cristina Cerezales Laforet. Miguel Labordeta, ya el centenario de su nacimiento, y el Café Niké.

De mis compañeros de caseta, Merche Llop y Sergio Navarro, a Rosa Montero. Los libros son el Alfa y el Omega.

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 6 de junio de 2021).

05/06/2021 00:14 pilmarbarca Enlace permanente. La columna dominical No hay comentarios. Comentar.

Concierto floral

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Foto Jesús Alba

Libros, gastronomía, cultura, flores. El pasado fin de semana el parque José Antonio Labordeta fue una fiesta. El puente de los Cantautores con los círculos, de Carles Fontanillas, el trabajado busto de Goya, el logo ZGZ Florece. La fuente de Neptuno y la catarata de Myriam Aznar, la escalinata al Batallador y los motivos de Rosa Valls, el ramo tumbado de Parques y Jardines, el Quiosco de la Música y Sefa Tur, los bonsáis junto al Jardín Botánico.

Edelvives, sabores de la tierra, actuaciones musicales… La tarde del sábado tuve el placer de acompañar al cantautor y amigo Karlos Zuazo. Cuenta con un disco hasta la fecha: “Amigo del viento”, junto con el guitarrista Marcelo Pillado y la poeta Ángela Serna, recitando en castellano “Guernicari begira” (“Mirando al Guernica).

“No quiero ser la fuente de tu río / ni el ancho mar hacia el que te encaminas, / deja que sea lluvia que alimente / el caudal cristalino en tu torrente”. Lo amatorio se une a lo reivindicativo. La defensa a ultranza del poeta a la lucha sorda por la libertad.

“Quiero escuchar al monje, / la niña y el borracho, / dejad que el loco grite sus verdades. // Que no calle el cantor, / ¡viva el poeta!”. Se paraban los niños y los perros ante el cantor de la vida. Los peques pedían a mamá y papá unas monedas que echar a la guitarra, porque a la de Karlos se unían las voces de Luis Eduardo Aute, Alberto Cortez, Joan Manuel Serrat entonando “Se equivocó la paloma” de Rafael Alberti, Mercedes Sosa en las manos de su madre, Olga Manzano y Manuel Picón…

Y tantos otros aprehendidos a lo largo de una vasta experiencia. “Para mí es el presente, disfruto viviéndolo”, comentaba el maestro y cantante de la calle. “Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan / para que no las puedas convertir en cristal”, se escuchaba de pronto a Silvio Rodríguez. Y el parque seguía floreciendo entre caléndulas y rosas, mientras sonaba el “Himno a la libertad” de Labordeta.

“Amor se llama el duende / de cabellos dorados, / vestido como el mar, / su piel de trigo, / que viene por la tarde, / que nunca llega tarde”. Acaso el poeta imprescindible es el que convierte en magia cada momento”.

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 13 de junio de 2021).

11/06/2021 22:52 pilmarbarca Enlace permanente. La columna dominical No hay comentarios. Comentar.

Los nuevos universitarios

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Foto José Miguel Marco / Heraldo

No hubiera sido capaz en estos momentos de aprobar el examen de Historia de España de la EVAU (Evaluación de Admisión a la Universidad). No tengo recientes temas como el Neolítico, la invasión musulmana o el Imperio de los Austrias… Menos aún en materias de Ciencias, Ciencias Sociales o Artes aplicadas. Algo más me hubiese defendido en Educación Literaria y Comunicación escrita, dentro de Lengua Castellana y Literatura –con “y” griega–, a través de textos de Irene Vallejo, Mario Vargas Llosa o Luis García Montero.

Mi segundo sobrino y ahijado, Jorge, ha elegido un camino muy diferente al de esta profesora cebolletas en Letras que nunca ejercería: Bachillerato Tecnológico. Las pruebas en las troncales, incluido Inglés, más Matemáticas, Física y Dibujo Técnico, junto a la media, le han valido una buena nota en su ingreso a la Universidad. Un ingeniero más en la familia.

Con la EVAU de su hermano Juan, hace dos años, le unen muchas cosas: una parecida elección; la prohibición de móviles y materiales electrónicos e impresos no propios del examen… Y otras le diferencian: la prueba en el instituto, distancia interpersonal, mascarilla, hidrogel, desinfección del aula. Y, sobre todo, casi un curso completo, el pasado, no presencial.

Ahora que empezamos a salir de una crisis sanitaria atroz, entrar en la Universidad supone garantía de futuro. Carreras humanísticas, sociales y artísticas, aportan un gran servicio; amén de valores, belleza y cultura, no menos imprescindibles. En Ciencias el abanico es amplio, de lo bío-sanitario, pasando por las matemáticas de empresa, la enseñanza o la investigación, a la tecnología.

Hacen falta psicólogos, más atención en las residencias, investigadores excelentes. El campo de la Ingeniería Informática da para mucho: nuevas aplicaciones para las necesidades más actuales, dispositivos adaptados, avances en medicina… “La juventud es consciente de que se enfrenta a un mundo más complejo e inestable. En tiempos difíciles se agudiza el ingenio” (Estanislao Nistal, virólogo y profesor).

De pequeño, Jorge decía: “Inventaré una vacuna para no morirnos nunca”. Al menos, este año lo han celebrado en Salou.

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domigo 20 de junio de 2021).

20/06/2021 19:43 pilmarbarca Enlace permanente. La columna dominical No hay comentarios. Comentar.

Niñas sirenas

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Foto Europa Press

El solsticio de verano y San Juan, aun sin hogueras, y empezar a quitarnos las mascarillas, nos llevan a latitudes y leyendas idílicas. Como la Sirenita, de Hans Christian Andersen, capaz de enamorarse y ganar un alma eterna, por cada niña o niño a los que hiciese sonreír, o por la lágrima vertida por un pequeño o adulto que actuase mal. Y llegamos al Puerto de Copenhague la escultura de bronce de Carl Jacobsen, dedicada a la bailarina Ellen Price, que tan bellamente le dio vida en ballet al relato de Andersen.

“Deseo que la muerte de Anna y Olivia no haya sido en vano. Y que aunque ahora sintamos el mayor odio, desesperanza y dolor, no sea para traer más sufrimiento al mundo sino lo contrario”, escribía su madre. Agradecía a quienes se había unido de corazón, y denuncia la barbarie: “Ellos no tienen por qué cargar con esa mochila, y si el amor se acaba lo más importante es el bienestar de los hijos”,

Si perder a un hijo es un duelo difícil, que te roben a tus niñas y arrojarlas al fondo del mar es bestialmente doloroso. Muchos no podríamos perdonarlo. ¿De dónde saca las fuerzas esa madre huérfana?

Para el Código Penal, violencia vicaria es “un tipo de violencia intrafamiliar que incluye toda aquella conducta realizada de manera consciente para generar un daño a otra persona, ejerciéndose de forma secundaria a la principal. Dicha violencia es una forma de maltrato infantil…”. Se utiliza a las hijas y los hijos de forma instrumental para causar un dolor insufrible a la pareja.

Anna y Olivia nos han conmocionado. El sencillo gesto de peinarlas, o reírse con ellas, ya no puede ser. “Deseo que la muerte de las niñas sirva para crear mayor consciencia sobre el amor que entregamos a nuestros hijos, en valorarlo y cuando estamos con ellos no tener la cabeza en otros asuntos sino en ellos. Nos necesitan y nos adoran”.

Ellas son ahora sirenitas para tantos niños buenos que sufren, y para padres enfermos que decidieron un día engendrar: “Olivia y Anna, ahora los angelitos de los niños, piden que les den todo el amor a sus hijos, dedicación, respeto, y que se les inculquen valores para un mundo mejor”. Endurecer las leyes, dejarnos llevar por la ternura.

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 27 de junio de 2021).

26/06/2021 22:29 pilmarbarca Enlace permanente. La columna dominical No hay comentarios. Comentar.

Aragón, el paisaje y lo telúrico en Baladas a dos cuerdas, de Rosendo Tello Aína

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Foto Asociación Aragonesa de Escritores, dibujo de Pilar Aguarón Ezpeleta

María Pilar Martínez Barca

La obra del poeta se divide en dos partes esenciales. Formada la primera por los libros iniciales –Ese muro secreto, ese silencio y Fábula del tiempo–, con su característico surrealismo lírico y personal, y la trilogía, más abierta a la épica y al compromiso, de Paréntesis de la llama, Libro de las fundaciones y Baladas a dos cuerdas (por orden de composición), que luego se convertiría en pentalogía con Meditaciones de medianoche y Las estancias del Sol. La segunda etapa, a partir de Cárcavas del sentido, como puente, y Más allá de la fábula, se condensaría en un pensamiento más elegiaco: “De la plenitud madura del recorrido solar se accede a la noche oscura de la existencia y a la decadencia del tiempo y de la edad” (Luis Felipe Alegre, Prologo a El vigilante y su fábula, Zaragoza, Prames, 2005). Reflexiones íntimas, metafísicas y metapoéticas, en torno a un mundo nuevo no precisamente esperanzador, pero siempre transido de belleza.

El paisaje de una región va moldeando el alma de sus habitantes, y Aragón no podía ser una excepción. Nuestra tierra, sedienta, produce caracteres toscos, tercos en ocasiones. Pero, frente al paisaje, se levanta la persona y el poeta, comprometido consigo mismo y con su entorno. Una de las constantes en la obra de Rosendo Tello es su gran cuidad y delicadeza en el estilo. Mima al máximo cada poema, cada verso, cada palabra. El poeta profesor, de la altura de altura de Pedro Salinas, Dámaso Alonso o, ya entre nosotros, Miguel Labordeta, Ildefonso-Manuel y Fernando Ferreró, amén de su virtuosismo lingüístico musical, yo diría que innato, tiene todo estudiado.

La estructura del libro

Baladas a dos cuerdas serviría de bisagra entre los primeros poemarios y el siguiente bloque, épico social. En palabras de Luis Felipe Alegre: “Sujeto, objeto y lenguaje han perdido su significación; de ahí la sátira amarga con que se enfoca la realidad fantasmal contemplada”. Pero no nos engañemos: lírica y épica son las dos cuerdas que dan título y sentido al poema.

Comienza el conjunto con los dos últimos versos del Libro de las fundaciones. Esto, que se repite en todos los poemarios, da la idea de obra completa a la que tiende el poeta. De un lado, la balada es una composición poética de tono lírico y melancólico, pero que narra hechos legendarios y tradicionales (como la épica). Las dos cuerdas representan el lado lírico y el épico. Y además esas cuerdas pueden simbolizar la luz y la sombra entre las que oscila el poeta a lo largo del libro; o también el acto de la comunicación, como se ve en los versos finales de “El coro innumerable” (las dos cuerdas, a veces, se convierten en cien).

El conjunto de los poemas se dividen en dos partes: una épica y otra lírica, alternándose una composición en prosa (épica) y otra en verso (lírica), aunque no siempre es fácil la distinción (en un mismo poema pueden aparecer uno y otro estilo). Lo épico se identifica, aunque no siempre, con un descenso a los infiernos, mientras que el lado lírico representa una elevación espiritual. La sombra simboliza, en general, el elemento demoniaco; la luz es la ascensión. La alternancia se rompe en algunos casos: los cinco poemas que hay desde “Ecos de carcajadas” hasta “Los gallos de la aurora” están escritos en verso; y lo mismo sucede con los poemas “Mazmorra lóbrega” y “La luz del alba”. Esa ruptura se debe a que en la tensión entre la forma poética y los sentimientos acaban venciendo estos últimos; la emoción puede más que la perfección de los esquemas estructurales (la simetría no es tan rígida como en Meditaciones de medianoche, aunque aquí también se da).

Las letras iniciales de los poemas van formando, a modo de acróstico, el título de la obra. En los poemas épicos el título se lee normalmente (el que inicia el libro comienza por la letra B); mientras que en los líricos está escrito al revés, empezando por la última letra (la S de cuerdas). Justo en el centro del libro se encuentran dos poemas, “Lluvia en el muladar” y “El lobo Semirabis”, que comienzan por la letra O (de la palabra dos); esa O se encuentra aproximadamente en el centro del título (no hay una simetría totalmente perfecta).

La estructura refleja asimismo una lenta progresión hacia la luz y la esperanza. Las primeras composiciones son oscuras, infernales, como muestra de lo más degradante del hombre y la sociedad en la que vive. A partir de “Hacia la luz del alba” los poemas se hacen místicos; es la “vía unitiva”, la elevación de la persona (hasta ese momento había predominado el descenso, el sufrimiento, la ascesis). Pero en cualquier parte del libro pueden aparecer composiciones de uno u otro tipo. Y la gradación se da también dentro de cada poema; al final se vislumbra la esperanza, un horizonte de luz.

***

Lo telúrico

Centrándonos en el tema que nos ocupa, el elemento paisajístico está presente en todos los poemas: es como un escenario en el que se va desarrollando la obra. Van apareciendo distintos tipos de paisaje según lo que se quiere expresar en cada momento.

Predomina una atmósfera desierta, desolada. Es una “tierra de cal y hueso”, donde falta la vida y la vegetación escasea. Elementos característicos de este paisaje son el polvo, las grietas causadas por la gran sequedad del terreno, un viento violento… y, sobre todo, el sol, un sol abrasador que mata la poca vida que pueda brotar. Porque la naturaleza no es solo un telón de fondo, sino que tiene un importante valor simbólico: la sequedad es reflejo de una sociedad corrompida donde no se tiene en cuenta el amor, ni al ser humano.

Ese paisaje desértico puede referirse a la tierra aragonesa en general, pero también reflejar un lugar concreto de la misma. Como ocurre cuando el poeta recuerda con nostalgia la infancia en su pueblo: “Claros eran tus cielos, sus llamas hontanares, guirnaldas de pausados albores, engalanadas lunas; verano polvoriento ahora por tus plazas roncas como planetas de azufre y de salitre”[1].

El ambiente rural visto desde la niñez y la adolescencia (lleno de alegría y esperanza) es muy distinto al que se contempla en la edad adulta. No interesa tanto resaltar los detalles geográficos de una localidad determinada, sino los aspectos generales del suelo aragonés (se generaliza lo concreto). En poemas como “Lamentación de ciego” se observa de un modo todavía más explícito esa desolación del paisaje, al recordar la infancia perdida.

A veces, como sucede en la obra de Gabriel Miró, Aragón pasa a ser Tierra Santa. Es el caso del poema “Camino de Emaús”: “Un sendero de tobas calcinantes, lunas, gotas / de luna sobre pitas, llameantes minaretes y doradas, / rojizas azoteas, brasas purpúreas en el confín”. Estas referencias al plano religioso reflejan la necesidad de una mayor confraternidad entre los hombres.

La misma sensación de desolación y soledad, pero en un ambiente urbano (y más concretamente en Zaragoza), aparece en “Niké”, o en “Visión en Valdespartera”: “A mi llegada el viento aporreaba las ventanas, aullaba en los veloces corredores de la noche. De Casablanca al Arrabal, del Canal a Delicias, donde pierde su efigie el monte acuchillado por el cielo”.

En el poema “La ciudad fantasmal” aparece Huesca, como “un tenso  fanal metálico”. Y en algunos interiores se refleja también esa sensación de muerte y abandono a la que nos venimos refiriendo. Así sucede en “Niké”, donde la acción se desarrolla en un viejo café, o en “Falaz Pentecostés”, poema en el que se nos sitúa en un cuarto frente al mar.

El tiempo que corresponde a este paisaje extremadamente seco es el verano, cuando el sol es más ardiente que nunca, y el atardecer, símbolo de la decadencia. Esto último se ve claramente en “Como una gota clara y silenciosa”.

Frente a la naturaleza desértica, hay otra fresca, llena de vegetación y de vida. Se trata de pequeños rincones de la tierra aragonesa, expresión de los valores positivos que esta encierra. Son, por ejemplo, los “jardines mudéjares”  en medio de toda la muerte que representa “Concolorcorvo”.

En la composición “Entre los cabrahígos” aparece ese mismo ambiente de frescura, de paz, esta vez en un cementerio. Es como si la muerte fuera una salida, un escape: “Silvestre llanto, risas azoradas por un aire de fiesta, un oriente entrevisto por augures en los claros lunares de unos idus sombríos”. No dejan de estar presentes, con todo, la tristeza y melancolía propias del lugar. En “El Poeta”, poema en homenaje a Miguel Labordeta, el cementerio tendrá un valor aún más negativo.

En esta naturaleza más exuberante, aparecen la luna y la noche como algo positivo, en oposición al ardor solar diurno del terreno desolado.

Hasta ahora hemos visto un paisaje real, geográfico. Pero hay otro paisaje meramente simbólico, fantástico, que solo existe en la mente del poeta. Son espacios terroríficos que se pueden identificar perfectamente con el Infierno cristiano; en ellos son característicos el fuego y las sombras, las tinieblas. Representan estos lugares un descenso del autor de su mundo interior a la sociedad, trasunto metafórico del Infierno. La sociedad está vista aquí en su aspecto más negativo; y esos espacios (pese a ser fantásticos) reflejan esa sociedad que vuelve a identificarse con nuestra tierra.

En “Barranco del Agua Amarga” aparece este tipo de paisaje: “La estridencia salvaje, el alarido de la Loba del Sol que ulula en el Barranco del Agua Amarga. Allí oscuras siluetas talladas por el pánico dan la espalda a la luz, esculpiendo el vacío de la Gruta Fantástica. […] Hora del alboroto zumbante de la luz que repica en batanes de tiniebla con pulso razonado hasta el aullido del silencio”.

Un caso semejante lo encontramos en “La ciudad fantasmal” (aunque aquí el paisaje está un poco más dulcificado), o en el poema titulado “En la candente glera”. Muchos de los elementos simbólicos de este paisaje son los mismos que los de la tierra desolada real. Pese a que en este ambiente la noche tiene un valor negativo.

Por último, dentro también del mundo fantástico y metafórico, se da otra naturaleza fértil, que se corresponde con el paisaje lleno de frescura y vegetación visto anteriormente. Simboliza este espacio una esperanza, la salida de un mundo inhumano; salida que se logra mediante la búsqueda de otra sociedad que tenga más en cuenta al hombre y al poeta, o a través de la interiorización.

El agua (el río, la lluvia…) es aquí símbolo de fecundidad –la lluvia poco abundante y estéril aparece en el paisaje desértico como todo lo contrario–. Otros elementos son el alba, la montaña –símbolo de espiritualidad…–. El paso de la barca en “La ciudad fantasmal” no representa otra cosa que la búsqueda de ese mundo nuevo y puro al que se aspira.

Pero quizá donde más claramente se vea el simbolismo de este paisaje sea en “Hacia la luz del alba”. Este poema supone una ascensión, después del descenso que hemos contemplado al Infierno de la sociedad; esa ascensión no solo constituye el tema de la composición poética, sino que se refleja en la estructura total del libro, pues a partir de aquí los elementos simbólicos representan más lo positivo, la esperanza de algo más: “Arriba, más arriba, más allá de las brasas / que el viento apaga al fondo de las peladas cárcavas, / más allá de los árboles templados como espadas, / marcharás algún día hacia la luz del alba”.

Para llegar al alba es necesario pasar por la noche –vista aquí como esperanza de la luz–, por el bosque –símbolo de la interiorización–, por el alejamiento de la sociedad y la soledad que eso supone… Es curioso observar cómo para subir a la montaña o al bosque –el poema es como un camino hacia allí– es preciso descender a nosotros mismos, ya que “la cumbre se adormece mientras cantando bajas / alto, desnudo y libre hacia la luz del alba”.

Puede suceder que un poema comience por una tierra desértica y termine en un paisaje lleno de vegetación. Al final, es más frecuente este segundo marco natural, ya que el libro va avanzando, in crescendo, hacia una realidad más esperanzada.

Baladas a dos cuerdas está impregnado de un extraordinario amor del poeta a su tierra natal, y del dolor cuando esta enferma. Pero ese teluirismo envuelve a su vez los otros componentes temáticos: lo religioso, lo social, lo metapoético. Ejes temáticos que dan forma y son expresados al mismo tiempo por diversos recursos fonéticos, morfosintácticos, semánticos y múltiples referencias toponímicas, mitológicas, culturales… Elementos cuyo estudio excede este pequeño artículo, y que condensan esa lección de autenticidad poética, existencial y humana, y mimo por el lenguaje que es la obra de Rosendo Tello Aína.

[1] Todos los textos transcritos pertenecen a la primera edición de Baladas a dos cuerdas.

(Revista Imán, Número 24 / Junio 2021, Asociación Aragonesa de Escritores, [en línea], . [Consulta: 22-6-2021]).

26/06/2021 23:25 pilmarbarca Enlace permanente. Articulos No hay comentarios. Comentar.


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