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Olena

Foto Annie Leibovitz / www.vogue.es
Mujer de nuestro tiempo, arquitecta, guionista de cine y televisión, comprometida con las personas con diversidad funcional. “Han sido los meses más horribles de mi vida, y de las vidas de todos los ucranianos”.
Así declaraba Olena Zelenska, esposa del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en controvertida entrevista a la revista Vogue. “Francamente, no creo que nadie sea consciente de cómo lo hemos manejado emocionalmente. Anhelamos la victoria. No tenemos ninguna duda de que venceremos. Y esto es lo que nos hace seguir adelante”, continúa.
Olena Kiyashko nació en Kryvyi Rih, ciudad centro ucrania, en 1978. Coincidiría en la escuela con su esposo, aunque no sería hasta sus estudios en la Facultad de Ingeniería Civil –ella Arquitectura, él Derecho– cuando se trataran personalmente. Ocho años de noviazgo dan para mucho. “Por supuesto que es la persona a quien amo. Pero también es mi gran amiga. Olena es en realidad mi mejor amiga”, afirma Volodímir. Le sedujeron sus ojos, su boca y su inteligencia.
Crecieron en las postrimerías de la Unión Soviética y al ritmo de The Beatles, en sus planes no entraba la política, sí la comedia. Primero sería una productora, Kvartal 95, después la serie televisiva “Servidor del pueblo”, en la que Zelenzki se preconizaba presidente, como finalmente sucedió. El destino cercano iba a ser un drama universal.
Las campanas de Santa Sofía de Kiev lloran por cada niño muerto. Volodimir, por sus hijos: “Sufre mucho. Y mis hijos también, porque no pueden verse”. ¿Amoral posar a la última moda europeo ucraniana, mientras se lanzan bombas día y noche?
Nueve millones de expatriados, madres que huyen con sus niños todavía vivos, miles de civiles muerto; ciudades, casas, colegios para siempre derruidos. Ya no es necesario llevar aliento a las escuelas. Hoy Olena se centra en poner audioguías en países que acogen a refugiados; en pequeños con necesidades especiales, o en la salud mental de Ucrania de aquí a un futuro próximo. Se trata de salvar Occidente.
“…pido armas, no armas que se vayan a utilizar para librar una guerra en tierra ajena, sino para proteger el propio hogar y el derecho a despertarse vivo en ese hogar”. Olena y Volodimir representan el antídoto a un Putin solitario; o a Hitler y Eva Braun. Que 1984, del novelista George Orwell, no vuelva a encarnarse entre nosotros.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 7 de agosto de 2022).
Pinchazos

Foto V. M. / Heraldo
Pinchazo, “acción y efecto de pinchar”. Pinchar: “Clavar algo punzante en alguien o algo”. O también: “Poner una inyección a alguien” (Diccionario de la lengua española). Para quienes siempre sufrimos tripanofobia, pavor o temor excesivo a las agujas, nunca dejó de ser una incomodidad exacerbada. Ahora ha cobrado una connotación dramáticamente diferente.
Se ha dado en Gran Bretaña y Francia, y entre nosotros van más de 60 denuncias. Por si la violencia de género no fuera suficiente, o controlar a la novieta por el móvil, el whatsapp o las redes sociales, esta moda reciente de pinchar a las jóvenes que asisten a la disco, un concierto o evento lúdico de masas carece de toda congruencia. “Enojar, zaherir a alguien”.
¿Qué hay detrás de estas agresiones? Moda, broma pesada, deseo de meterse con las chicas, de mantenerlas a raya y a distancia… “Mi amiga me dijo que le habían pinchado, nos volvimos rápidamente y vimos a un chico que salía con una jeringuilla”. No cabe siquiera el estupor. “Dicho de una parte del cuerpo: Producir un dolor agudo semejante a un pinchazo”. Solo que no es semejanza, alucinación ni paranoia; sino drásticamente real.
Puede ir de los mareos a la pérdida de la voluntad y la conciencia. De la inoculación de éxtasis y otras drogas líquidas, a la transmisión, por jeringas infectadas, de VIH o hepatitis. Antaño se pinchaban discos, “poner un disco en un equipo reproductor de sonido”. Últimamente los teléfonos, “intervenir una línea o una comunicación telefónica”. Vamos de mal en peor.
Pincharse es también “inyectarse droga”. Los médicos y expertos ven muy difícil que con un mete y saca de aguja se inyecte realmente una sustancia de sumisión química o alucinógena, para lo que se necesitan unos minutos y el asentimiento de la víctima (sin perder la forma pronominal).
Los nuevos pinchazos connotan amenazas y efectos más oscuros, como un coche que ha de cambiar de pronto de sentido. “Dicho de una rueda neumática y, por extensión, del vehículo o de sus ocupantes: Tener un pinchazo”. O hundimiento de personas, empresas y futuros en común. “Dicho de un proyecto o empresa, o de una persona o equipo: Fracasar en el desempeño de su función o actividad”.
Y aquí todos somos responsables.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribina", domingo 14 de agosto de 2022).
El fuego de la razón

Foto www.wikipedia.org
Añón y Vera del Moncayo, El Buste, Trasmoz, Litago, Borja, Santuario de la Misericordia, Tarazona… En cada clave de la crucería confluyen un montón de nervaturas de mi educación sentimental. Y en el centro de todas, el Monasterio de Veruela, emblema y punto de encuentro con familia, amigos, artistas y escritores célebres de dentro y fuera de Aragón.
Hará ya cuatro décadas de nuestras excursiones con la parroquia de Begoña. El claustro, la sala capitular, el refectorio, la misa ante la imagen románica de Santa María, al fondo la girola, la comida de picnic en los jardines. Todo nos sorprendía con el encanto de la primera juventud.
Me recuerdo allí, en el bellísimo enclave del Moncayo, mi familia al completo. Mis padres todavía jóvenes, pequeños mis hermanos, luego los tíos, años más tarde mi pareja, los sobrinos –Juan se reconocía muy bebé en el bar del Santuario–. De Veruela a Añón, era una aventura explorar con el coche por aquellos hermosos y solitarios andurriales.
Entre una y otra edad, el Santuario de la Misericordia me marcó muy entrañablemente. Era mi tiempo de Hora 3 y las Pascuas Juveniles, organizadas por dos hermanas Anas y el sacerdote José Luis Sofín. Sentados en el suelo, yo en mi silla, recreábamos personajes y escenas de la Pasión; celebrábamos cada uno de los tiempos de la Vigilia: Luz, Palabra, Agua, Pan. “Hacía niebla, y frío, y honda noche / ribera del Moncayo. Allí, en la plaza, / el viento iba rizando estrellas tibias / del fondo de la fuente. Se prendiera / el corazón hirsuto de unos leños / y el aire, de repente, se hizo llama, / silencio en las miradas, brisa lenta, / reposo allá en el centro de los árboles” (En luna llena). Cecilia no había retocado todavía el Eccehomo.
Pero fuimos creciendo, y la pasión intelectual fue tomando más fuerza. De nuevo en el Monasterio de Veruela junto a los Bécquer, rehabilitado ya por la DPZ, los Festivales de Poesía del Moncayo, gracias a nuestra querida Trini –Trinidad Ruiz Marcellán– y Marcelo Reyes. De B Vocal a Luis Alberto de Cuenca, Ángel Guinda, Manuel Vilas… Al fondo siempre la Casa del Traductor de Tarazona, o la Casa del Poeta de Trasmoz y la magia de sus brujas. Di voz a Manuel Pinillos; Blanca Langa la pondría a mis versos.
Si el sueño de la razón produce monstruos, que el fuego que prenda el Moncayo, y otros paraísos naturales, sea a partir de ahora siempre interior.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 21 de agosto de 2022).
Ceñirse el cinturón

Foto www.heraldo.es
El Ayuntamiento, la Diputación, La Seo, el Pilar, El Corte Inglés, los grandes almacenes y pequeños comercios. Todo apagado. ¿Otra vez una ciudad fantasma? Ahora por la pandemia económica y las consecuencias de una guerra a todas luces, valga la paradoja, de lo más absurdo.
Con la que ha caído y está cayendo, entras a un bar y apenas te refrescas ni se te quita la sed. Claro, mayor consumición, aparte del ahorro energético. Lo mismo en el cine, sudas la gota gorda. Aunque el abaratamiento en las piscinas suponga un mayor bien para el ciudadano que para el concejo. Y es que con el cambio climático que se nos avecina, y que ya está aquí –secarrales, incendios…–, 27º C no son nada ni añaden el menor alivio.
¿Cómo será el otoño? ¿Y este próximo invierno? Vaticinan que vendrán especialmente crudos, inhóspitos y heladores, y deberemos agachar las orejas ante el sátrapa Putin. ¿Habremos de cambiar las mascarillas por camisetas térmicas, jerséis de cuello alto, abrigos, gorros y bufandas? ¿Una nueva Siberia en pleno centro y sur de Europa? ¿Y si es otra forma de anexionar territorios y conciencias?
Ya me imagino, en casa, el trabajo o la escuela, las grandes superficies, espectáculos o si vas a comer, a 19º C. Será sin duda el invierno de los edredones. ¿Habrá un baby boom bajo las mantas? Y pienso en los niños pequeños, en los mayores, en las personas afectadas de asma u otras patologías respiratorias. ¿Pandemia tras pandemia sin final?
De todas formas, sin obviar los cambios inminentes ni la catástrofe que puede conllevar para esta casa que llamamos tierra, calores extremados y fríos heladores existieron siempre. “Tengo frío junto a los manantiales. He subido hasta cansar mi corazón” (Antonio Gamoneda, Libro del frío, 1982). El verano de mi Selectividad fue especialmente tórrido; y aún recuerdo las camisas cristos en los tendederos de pequeña.
Pensamos que nunca hubo estos incendios. Creemos que estas temperaturas, esta sequía… Fantaseamos con el final de todo. ¿Anticipo de la era posnuclear? “El ciego sol, la sed y la fatiga. / Por la terrible estepa castellana, / al destierro, con doce de los suyos / –polvo, sudor y hierro– el Cid cabalga” (Manuel Machado, Castilla).
Nada nuevo bajo el sol ni sobre el hielo. Y mejor que el Señor, llámese Naturaleza o Sociedad, nos encuentre con la túnica ceñida y encendida la lámpara del sentido común.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 28 de agosto de 2022).